Algunos criterios:
Desde la teorización de las artes, que no desde la práctica artística, se ha tendido ha tendido a diferenciar tres grandes géneros artísticos o tres categorías de objetos artísticos producto de otros tantos oficios: arquitectura, escultura, pintura. Albertí divide asi su tratado o escritos sobre arte, y desde entonces ha sido un ejemplo.+
Sobre este esqueme se ha construido la problemática de la división de las artes, quedando fijados tres grandes géneros llamados <menores>.
El tema tiene su importancia, ya que sobre esta distinción de artes mayores v artes menores se ha construido la práctica pedagógica oficial, que destina las academias de Bellas Artes a la enseñanza de la arquitectura, la escultura y la pintura (la arquitectura se destaca del grupo, con centros especializados, en el siglo XIX), y asignando otros centros al aprendizaje de las artes menores o decorativas: escuelas de artes y oficios, escuelas de artes aplicadas, escuelas de decoración, etc. Esta separación aún perdura en los programas actuales de enseñanza artística. Y con el peligro aumentado de que las escuelas de Bellas Artes, elevadas a la categoría de facultades universitarias, se conviertan en centros teóricos, desplazando la enseñanza práctica hacia las escuelas de artes y oficios, que incorporan paulatinamente los procesos de generación modernos en la enseñanza del arte. Todo ello es una consecuencia de la emancipación de la actividad artística del campo laboral o productivo, tal como hemos visto anteriormente.
La intención de redimir las artes ornamentales o decorativas, elevándolas a una categoría superior en su consideración artística, a raíz de los estudios de Riegl desde finales del siglo XIX, ha permitido la elaboración de una división que las comprendiera: arquitectura, plástica (escultura y pintura) y ornamento, como tres géneros universales (A. Riegl, Spátrómische Kunstindustñe, 1902; H. Bauer, Historioprafín del arte, 1976). S m
Esta nueva tripartición tampoco es totalmente convincente, ya que la excesiva tendencia a la simplificación lleva consigo una reducción elemental que no explica totalmente la distintas categorías técnicas, ni tampoco la función de la obra de arte. La técnica, la función y la expresión de la obra no pueden reducirse a la categoía eonstrucítvia, figurativa o plástica y a la ornamental. Las preguntas fundamentales del arte, tal como se constatan desde la antropología y la sociología (quién, para qué, cómo y para quien), sólo pueden ser respondida teniendo en cuenta otros elementos, como son los materiales, los soportes, las técnicas y los procedimientos, máxime cuando éstos han variado tanto en el mundo industrializado y tecnológico moderno, capaz de utilizar medios de impresión, de proyección y generación de formas antes desconocidos.
Las artes llamadas mayores no pueden explicar suficientemente todos los objetos artísticos y, en todo caso, sólo pueden ser consideradas como «artes madres» de las técnicas tradicionales de producción, pero no de los más recientes procedimientos, donde intervienen materias y técnicas de multiplicación, fotomecánicas o electromagnéticas, antes ignoradas.
Además de las «técnicas artísticas» consideradas tradicionales, deberían tenerse en cuenta «otras técnicas artísticas» más actuales, como los sistemas de impresión, de proyección, o de generación, tanto de sonido como de imagen.
Las categorías semperianas —materia, técnica y finalidad—, desvirtuadas por la reacción de los formalistas ante la excesiva carga de determinismo que llevaban en la explicación de las artes, deben ser consideradas de nuevo, a la hora de establecer una división de las artes. Es como volver a tener en cuenta la techne griega o el faceré medieval, pero incorporando la tecnología más reciente (G. Semper, Der Stil in den technischen und tektonischen Künsten, oder praktische Aes-tetik, 1860). También cabe la posibilidad de utilizar otro criterio mas subjetivo, a partir de los medios de percepción sensorial o del sujeto perceptivo, como han hecho algunos autores más recientemente (J. Alcina Franch, Arte y antropología, Madrid, 1982).
Generalmente se utiliza el criterio de las artes visuales o auditivas, teniendo en cuenta los dos sentidos humanos considerados tradicionalmente más elevados o superiores en la cualidad perceptiva, con lo cual quedan relegados los otros sentidos (el tacto, el gusto y el olfato), considerados como incapaces de percibir formas estéticas, o lo que es lo mismo, negando a las formas y objetos táctiles, gustativos y olfativos el carácter artístico. Un intento de recuperación de recuperación de estos fenómenos en el mundo de las artes nos permite incluir un género artístico tenido en cuenta en su clasificación: el arte efímero.
Es obvio que la división en «bellas artes» y artes del objeto, frecuente en algunos manuales, tampoco tiene sentido, ya que tan objeto es una pintura o una orfebrería como un plato cerámico o un libro encuadernado en rica y adornada piel.
Tampoco estamos de acuerdo a en la denominación de artes suntuarias industriales o aplicadas, de regusto decimonónico, para clasificar este catálogo de objetos artísticos tan variados (A. Bonet Correa, Historia de las artes aplicadas e industriales en España, Madrid 1987, <introducción>; P. Vélez «De las artes decorativas al diseño industrial», en Introducción a la Historia del Arte, Barcelona, 1991, pp. 235-272)
La clasificación de los objetos artísticos, y por lo tanto de los oficios artísticos o técnicas, debiera hacerse teniendo en cuenta el sistema de producción, los soportes, las materias, las técnicas y los procedimientos utilizados.
Se ha de salvar siempre la interrelación y conexión que se produce y hace que algunas técnicas aparezcan con carácter mixto. Las técnicas y los procedimientos exigen el uso de unos materiales y soportes, que a su vez determinan unos instrumentos o herramientas.
Estos criterios, a partir de los cuales procederemos a dividir y clasificar los oficios artísticos, eliminan el escollo de las artes mayores y artes menores, equivalentes a «más artísticas» y «menos artísticas», buscando una equiparación en la que sólo caben buenas y malas artes, buenos y malos maestros.
Hay, además, una serie de técnicas u oficios artísticos que no configuran objetos de carácter permanente o perenne, sino que su existencia se define por su corta duración: se consuman como arte cuando se consumen como objeto. El arte efímero no sólo se da en el campo de la arquitectura, la escultura y la pintura (celebraciones, fiestas, recibimientos), sino también en el campo de la vida ordinaria: moda, maquillaje, peinado y otros fenómenos artificiales creados por el hombre con elementos transitorios y fugaces, como son el fuego, el agua, la iluminación artificial, que pertenecen a la actividad lúdica y festiva o a la celebración religiosa o civil. Entre estas artes se hallan las que pudiéramos denominar técnicas del espectáculo propiamente tal, de muy antigua existencia en todas las culturas, como son la danza, el teatro y la música.
Las artes efímeras manifiestan, incluso mejor que las perennes, el mundo simbólico de los pueblos (J. Fernández Arenas, Arte efímero y espacio estético, 1988).
...ya que el resultado de la obra está en función de otros elementos, como la creatividad y el conocimiento y dominio de los materiales, así como de su técnica. No todo en el arte es cuestión de oficio: existen los grandes maestros y la creatividad.
Pero los oficios artísticos nada serían sin su función. Esta función está señalada en todas las culturas —incluso en la cultura industrializada y en la cultura tecnológica— por el espacio de consumo de los objetos artísticos. Este espacio de consumo es muy diverso en cada momento, pero está indicado por la fiesta o la celebración festiva, sea litúrgica, anual, laboral, vocacional o de ocio.
Según esto proponemos la clasificación del siguiente cuadro:
Publicación posterior: Oficios & artísticos
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