viernes, 28 de diciembre de 2012

Manifeste Cannibale Dada

Francis Picabia 
(27 de marzo de 1920)



Todos están acusados​​, de pie...! Ponte de pie como si se tratara de la Marsellesa o God Save the King...
Dada por sí sola no huele: es nada, nada, nada.
 
     Es como vuestras esperanzas: nada.
     como su paraíso: nada.
     como vuestros ídolos: nada.
     como sus políticos: nada.
     como vuestros héroes: nada.
     como vuestros artistas: nada.
     como sus religiones: nada.


El silbido, el grito, da patadas en mis dientes, ¿y qué? todavía le diré que ustedes son tontos. En tres meses mis amigos y yo seremos la venta usted nuestros cuadros para unos francos.



jueves, 27 de diciembre de 2012

Pierre Garnier

Es un poeta y escritor francés, nacido el 09 de enero de 1928 en Amiens.  
Actualmente vive en Saisseval.

      
Después de estudiar en Francia y Alemania a finales de la guerra, comenzó la poesía en la escuela bajo la atenta mirada de Jean Rochefort Rousselot. A continuación, publicado por André Silvaire con la revista que se convertirá en la columna vertebral del movimiento de poesía poésie spatiale que fundó con su esposa Ilse Garnier. El espacialismo hizo internacional con sucursales en Estados Unidos, Alemania y Japón. Ha publicado muchos libros sobre los artistas y cultiva una pasión por las aves.

          
Pierre Garnier: poeta universal, siempre aparece un muy fuerte deseo de escribir y crear en picard. Fue uno de los fundadores (con René Debrie) de la l'association Eklitra que marcó el inicio del renacimiento de la lengua de Picard que todavía vivimos en la década de 1970.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Manifiesto de Polypoetry

 Enzo Minarelli

Desde St. Art: The Visual Poetry of bpNichol (Confederation Centre Art Gallery & Museum, Canadá, 2000)



1. Sólo el desarrollo de las nuevas tecnologías marcará el progreso de la poesía sonora: los medios electrónicos y el ordenador son y serán los verdaderos protagonistas.

2. El lenguaje objeto debe ser cada vez más investigado en sus partes más pequeñas y más grande: la palabra, la base de la experimentación sonora, toma los personajes de varias palabras, roto en su cuerpo interior, recosidas en su exterior. La palabra debe ser capaz de liberar a sus múltiples sonoridades propias.

3. La explotación de sonido no tiene límites. Debe llevarse más allá de la frontera de puro ruido, un ruido que significa: ambigüedad lingüística y oral tiene un sentido sólo si se utiliza completamente el instrumento de la boca.

4. La recuperación del sentido del tiempo (el minuto, el segundo), además de las leyes de la armonía y desarmonía, porque sólo a través de la edición es el parámetro correcto de síntesis y balance y el equilibrio encontrado.

5. El lenguaje es el ritmo. Valores de tono son vectores reales de significado: en primer lugar un acto de racionalidad, entonces un acto de emoción.

6. Polipoesía está ideado y realizado para el show en vivo, sino que da a la poesía sonora el papel de prima donna o punto de partida para vincular las relaciones con musicalidad (acompañamiento o línea rítmica), la mímica, el movimiento y la danza (el actuar o la extensión o la integración del sonido texto), imagen (proyección de diapositivas o la televisión, la imagen o la instalación, por asociación, explicación o alternativa y la redundancia), la luz, el espacio, trajes y objetos.


(Publicado por primera vez en el catálogo Tramesa d'Art, Valencia, España, 1987.)

jueves, 20 de diciembre de 2012

Rembrandt - "La ronda de noche"

La vida privada de las Obras Maestras


 El presente capítulo de esta serie de la BBC está dedicado a "La ronda de noche" (De nachtwacht) de Rembrandt


(Play video)


En "La vida privada de las obras maestras" se cuentan detalles de la producción y ulterior destino de obras canónicas de la pintura.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Obscure Nº 2

 Christopher Hobbs, John Adams, Gavin Bryars (1975) 


Grabado en: San Francisco Museum of Modern Art



1- Christopher Hobbs - Aran
Campanas [Tubular Bells], triángulo, cencerro, Piano de juguete – Christopher Hobbs, órgano [Reed organ], batería, Piano de juguete, triángulo: John White órgano [Reed organ], triángulo, bloque de madera, platillo: Gavin Bryars
2- John Adams - American Standard (John Philip Sousa / Christian Zeal And Activity / Sentimentals)
Ingeniero de grabación: Alden Jenks
Flauta, clarinete, clarinete [duplicar el clarinete bajo, doble bombo], Tuba, percusión [trampa Set], violín, Viola [2 Violas], violoncello, contrabajo, arpa – New Music Ensemble of The San Francisco Conservatory of Music.
En vivo por The New Music Ensemble of The San Francisco Conservatory of Music at the Museum, 23 de marzo de 1973.
3- Christopher Hobbs - McCrimmon voluntad nunca volver
Órgano [Reed organ] – Christopher Hobbs, Gavin Bryars
4- 1, 2, 1-2-3-4
Violonchelo: Cornelius Cardew
Contrabajo: Gavin Bryars
Batería: Mike Nicolls
Ingeniero: Phil Ault
Guitarra: Derek Bailey
Oboe: Andy Mackay
Piano: Christopher Hobbs
Trombón: Paul Nieman
Violín: Stuart Deeks
Voz: Brian Eno, Celia Gollin

Créditos:
Compuesto por: Christopher Hobbs, Gavin Bryars, John Adams.
Productor: Brian Eno

domingo, 16 de diciembre de 2012

Bartholomeus Breenbergh

Barroco

Fue un pintor y grabador holandés nacido en Deventer en noviembre de 1598 y murió en Ámsterdam en octubre de 1657.


Breenbergh estuvo en Roma durante la mayor parte de la década de los 20 del siglo XVII, donde fue estudiante del pintor Paul Bril y convivió con Frans van de Kasteele


Breenbergh fue uno de los pintores fundadores de la sociedad Bentvueghels, formada por pintores flamencos y holandeses presentes en Roma entre los años 1620-1720, y en la que el apodo de Breenbergh fue ‘el hurón’.


Entre 1627 y 1628, Breenbergh volvió a los Países Bajos y se instaló en Ámsterdam en 1633. Allí se casó el 27 de augosto de 1633 con Rebecca Schellingwouw; el pastor de Ámsterdam, Anthonis Schellingwouw fue su cuñado. En su estudio, Breenbergh se hizo amigo de su colega Pieter Potter.

*Click en las imagenes para ampliar

Cuando el pintor contaba con cerca de 60 años, murió en 1657 en Ámsterdam.

sábado, 15 de diciembre de 2012

T de Tenis

El Abecedario de Gilles Deleuze


Entrevista realizada por: Claire Parnet


Play video: parte 1 & 2

* Publicaciones relacionadas:
- C de cultura
F de fidelidad
- I de idea
- L de literatura
- P de profesor


viernes, 14 de diciembre de 2012

La impiedad religiosa (Final)

 2.   El «Atravesamiento»  de la impiedad religiosa.


Como hemos puesto de relieve, la Iglesia católica, en sus aspectos históricos, no podía dejar de ser herida por dentro y por fuera por la corrupción occidentalística, que persigue el fin preciso de reducirla a su plan, para aboliría. Tal impiedad religiosa, por un lado, ha apremiado a la Iglesia a una revisión interna, a dejar lo viejo y a abandonar ciertos compromisos y otras tantas bendiciones por lo menos inoportunas; por otro, ha intentado por todos los medios y sin reparar en gastos, causarle dificultades, incluso sobre los puntos doctrinales esenciales e irrenunciables. De aquí el problema: revisión y abandono de lo viejo para conseguir una Iglesia presente y operante en el mundo de hoy tal como es y como se va haciendo, pero realizados de modo que, quedando intacto el depósito de las verdades reveladas, puedan purificarla incluso a través del sufrimiento de su trabajo, y a fin de que, así purificada y sufriente incluso a causa de los hijos que se le rebelan y la odian, pueda atravesar toda la impiedad que se le opone y recuperar dentro de sí, también con motivo de tal oposición, un nuevo impulso apostólico y misionero. La renovación de la Iglesia por el renacimiento y el fortalecimiento de la fe mantenida en su integridad ayudará a la Iglesia misma a ser, como en cada momento de la historia y de la vida de cada hombre, «contemporánea» de la nueva cultura creadora, que heredará al Occidente y al Oriente redescubiertos, una vez disuelto el Occidentalismo, el cual, por su parte, y en vista del peligro, trata por todos los medios de extender y perpetuar su corrupción.

Desgraciadamente, se han intentado todas las revoluciones menos "una, la interior, el «cambio» radical de las propias convicciones, sentimientos y decisiones, consecuencia del estar en condición de «ver» y, por consiguiente, de «reconocer después» (uetcc-voíco), liberación de la estupidez. De nada sirve alterar las cosas sin el renacimiento interior, operación y responsabilidad personales: «no son las instituciones más o menos transformadas las que salvarán a la Iglesia, sino el espíritu que animará sus estructuras. Y el mismo Cardenal Léger precisa que «hay puntos firmes sobre los que la Iglesia tiene necesidad de certezas y de ejemplos, y no de opiniones, como la fidelidad al Vicario de Cristo, la unión de los Obispos y de los Cardenales en torno a la Cátedra de Pedro. El Papa puede ser exhortado, hasta reprendido, como reprendió Santa Catalina a los Papas de Aviñón, a condición de que se lo considere como lo definía aquella grandísima italiana, 'el dulce Cristo en la tierra'». La Iglesia, por consiguiente, tiene necesidad de fe y de oraciones, de recogimiento y de silencio, mucho menos de asambleas a chorro, hada de la itpooconoitoiia de curas y cardenales que se malgastan en conferencias de prensa y en entrevistas televisivas, en la redacción repetida y perfeccionada de la magna charta del progresismo católico mundial.
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Es estúpido repetir incluso en este caso la «sugerencia» maliciosa del secularismo impío, que ya no es tiempo de recogimiento, de silencio, de oración contemplativa, actitudes que es mejor «sustituir» por el compromiso social y la protesta contra las guerras y el hambre, cuando no sólo no se requiere y es contraproducente aquella sustitución, sino que Se tiene tiempo para todas las diversiones más bobas y vulgares y para los desahogos más aberrantes; es más honesto confesar, dejando de anunciar nuevos y amenazantes mensajes proféticos, que la oración y la contemplación no se comprenden por impiedad, y por eso mismo se odian y se niegan. Hay que tener el valor —y un católico que no es capaz de tenerlo no confía en la oración ni en la gracia— de desagradar a quien sea todas las veces que sea necesario, de no sustituir por una prudencia demasiado humana el gran fuego del amor de Dios y de saber orar para que esta llama, si falta, se reencienda por maduración de gracia, única fuente de maduración cristiana. Inútil fabricarse ilusiones o pretextos no piadosos, como el de vencer la indiferencia o el odio hacia la Palabra de Cristo con el compromiso terreno en todos los frentes, si falta el frente de la fe y de su contenido intangible de verdad: se trata de un paso más hacia la otra orilla, hacia la de quienes quieren «crucificara a Cristo «otra vez y no dejarle ningún lugar donde posar la cabeza»; de abandonar, continúa la Santa, toda esperanza de salvación, toda esperanza de atravesar el compromiso mundano con la fidelidad a la fe, el valor de testimoniarla en toda su pureza, incluso con la santidad de la vida. Y entonces, ¿qué llama purificadora es la fe si se la diluye o apaga en las mismas aguas contaminadas que han de ser regeneradas?

Mas, para tener tanta fuerza, es necesaria la gracia, ciertamente; pero la gracia desciende a través de la oración y el recogimiento, el «silencio» válido para «provocar» a Dios si es «grito» prepotente del amor por Dios mismo y que, como tal, se transforma para el católico en oración por la Iglesia. Y no se diga —repitiendo la estupidez de «dados los tiempos y las transformaciones», como si la esencia del Mensaje de Cristo fuera reducible a este o aquel contexto social, a esta o aquella situación en vía de no se sabe qué «avance»— que hoy la oración y la contemplación no se actúan en el vinculo de amor entre Dios y el alma singular: como cristiana es siempre comunitaria, ya que este vinculo es la vocación «originaria» y, como tal, eterna y no sólo primitiva del cristiano; ni se apele a documentos conciliares o postconciliares «reducidos» o «sustituidos» a propósito para la propia comodidad, los cuáles dicen inequívocamente, no obstante las confusiones de ciertos escribas, que «el aspecto más sublime de la dignidad humana consiste en su vocación a la comunión con Dios»a: comunión es oración contemplativa, penetración de la Palabra de Dios por interior iluminación del Espíritu Santo, que «penetra todas las cosas, incluso las profundidades de Dios». Y cuando el amor arde en la contemplación, el alma, sigue diciendo Santa Teresa, se inflama en las obras para el servicio de Dios y del prójimo, atraviesa todo el mundo de la impiedad —a quien está en alto descubre muchas eos asi— y, transformada por la Gracia, transforma toda cosa, grande aun en las acciones más vulgares, en cada palabra: su misma presencia es una revelación de Dios.

«Veritatem autem facientes in charitate, crescamus in illo per omnia, qui est caput Christus; ex quo totum corpus compactum; et connexum per omnem iuncturam subministrationis secundum operationem in ménsuram uniuscuiusque membri, augmentum corporis facit in aedifícationem sui in charitate». El cristiano «crece» en toda virtud teniendo constantemente unida, en el pensamiento y en la acción, la verdad con la caridad, y crece en gracia hasta la correspondencia que él y cada miembro deben tener con Cristo, que a todos los miembros reúne, dispone, ordena y liga entre sí y consigo mismo por medio de la fe, de los sacramentos, de los dones del Espíritu Santo, de las vocaciones y de cuantas funciones hay en la Iglesia; vínculos de unión que son canales de comunicación de los miembros con Cristo y entre sí, los cuales recíprocamente se ayudan: el «cuerpo» todo recibe su completamiento y su construcción mediante la caridad, que edifica: ensanchar el espacio de la verdad en la caridad. De aquí la exhortación y la amonestación de no caminar, como las naciones no cristianas, «in vanitate sensus sui, tenebris obscuratum habentes intellectum, alienati a vita Dei per ignorantiam, quae est in ülis, propter caecitatem cordis ipsorum, qui desperantes, semetipsos tradíderunt impudicitiae, in operationem immunditiae omnis, in avaritiam» ". No «clausura» hacia los «oscurecidos en el intelecto», sino enseñanza para no hacer como ellos y para hacer «la verdad en la caridad», un ecumenismo auténtico; y hoy sólo la Iglesia católica hace ecumenismo incluso hacia las otras religiones; pero entenderlo como «acomodación» o «tolerancia», en la línea del quieto vivir y del pacifismo, es su reducción a uno de los mitos de la impiedad, sustitutivo de la verdadera caridad unida a la verdad, el camino real «abierto» al futuro de la Iglesia.

Mas precisamente en esta impostación del problema gravita el peso de las dificultades que comporta: integridad del patrimonio de la fe y, contemporáneamente, su traducción a un lenguaje que no lo altere, o revivificación del lenguaje fijado y que forma cuerpo con el dogma, limitando la innovación a nuevos modos explicativos para una renovada comprensión suya; difusión del bienestar, a fin de que todos los pueblos participen de él sin discriminación y sin sujeción a nuevos colonialismos, pero rescatando al mismo tiempo el bienestar en una concepción que no lo haga fin de sí mismo y, por tanto, purificándolo a través de la recuperación de todos los valores, de modo que aquellos pueblos sean y se sientan católicos, no porque la Iglesia se haga propugnadora del bienestar poniéndose tal acción como fin, sino porque es la Iglesia de Cristo, que es la salvación, la vía que «no conduce a especular» o a la organización del mundo como fin de sí misma; y, en cuanto tal, implícitamente sostenedora de la dignidad del hombre también en el plano económico, político y social. Naturalmente, el Occidentalismo continuará oponiéndose a semejante solución, que implica su muerte. Cerca de cinco mil millones de almas del «Tercer mundo» se prevén para antes de fin de siglo, contra los setecientos millones aproximados del Occidente: pero si el núcleo de creyentes —no importa su importancia numérica, sino más bien la intensidad de fe y el impulso apostólico— sabe mantener integro y firme el Mensaje, será la levadura que hará crecer la nueva civilización heredera del Occidente reencontrado, el remedio «inteligente» que no se ilusiona en reparar los males y en sanar las contradicciones con medios técnicos o en sustituir la fe en Dios por la fe en la civilización.

El Occidentalismo, en sus dos formas, neocapitalista y comunista, en avanzada vía de convergencia hacia una Sociedad universal tecnológica, provoca y alimenta la secularización de todas las grandes religiones y, con la impiedad, la pérdida de todos los valores o su reducción a los vitales, que pueden bastar para la felicidad en la tierra. Pero el esfuerzo común a la Iglesia católica y a las otras puede ser providencial: por un lado, purifica a la primera, poniendo manifiesto cuanto de occidentalístico cobijaba, y la obliga a una sufrida renovación interior; por otro, debilita y desbroza en las otras religiones la fuerza de resistencia de todos aquellos aportes históricos y culturales de diversa naturaleza que han constituido el obstáculo a la comprensión del mensaje católico. De ese modo, y ya desde ahora en lo posible, el Catolicismo podrá encontrarse con aquellos «elementos de verdad y de gracia.», con aquellas «semillas del Verbo» y aquellos valores ético-espirituales presentes en las religiones no cristianas, ya que el «Dios vivo, que hizo el cielo y la Tierra y el mar y todo lo que hay en ellos, en las edades pasadas permitió que todas las gentes anduvieran sus caminos», pero «no se dejó a sí mismo sin testimonio» y na llamado a todos a buscarlo y a encontrarlo! «aun cuando él no esté lejos de cada uno de nosotros» u. Pero el encuentro con las asemillas del Verbo», con «las riquezas dadas por Dios a las gentes», tiene un fin inequívoco, el mismo de la evangelización, que no es el concordismo o el sincretismo o el oportunismo, fenómenos de corrupción, sino el de «conocerte a Ti, único y verdadero Dios, y a Aquel que has enviado, Jesucristo». Este nuevo y grandioso cometido que la Providencia parece indicar a la Iglesia, como una etapa nueva de su largo camino terreno, hace todavía más urgente el mantenimiento a cualquier costa de la integridad de la fe; el empeño de vivificarla para que sea fecunda en gracia y en obras que testimonien fraternidad y ayuda recíproca entre personas, comunidades y pueblos; la oración para que sea alegría de cada creyente el estrecharse con la Iglesia docente y militante, ejército de Cristo, sufrir sus errores históricos, que luego son los errores de cada fiel y que cada uno tiene la obligación de atravesar por la purificación de sus impiedades.

Y el problema ya planteado se vuelve a proponer: atravesar el «sistema de la estupidez» y el nihilismo que tal sistema comporta como consecuencia del método de la reducción y de la egoidad por odio, sustitutivos del principio dialéctico y de la alteridad por amor, con toda la inteligencia del ser de que cada hombre es capaz sin milenarismos siempre llenos de nada (niente); hasta disolver la corrupción occidentalista para arrancar al hombre y a los valores humanos del «aislamiento» a que el Occidentalismo, persiguiéndolos y ridiculizándolos, los ha condenado y restituirlo al pensamiento, a los sentimientos, a la fantasía y a la libertad.

No se trata de destruir en bloque el «sistema», operación fácil y cómoda tanto si se hace en nombre de lo que del pasado ha muerto como en el de un porvenir que «cínicamente» se propone comenzar desde cero; se trata de la asunción de todo el peso del «sistema» para hacer humanamente válidas sus mismas conquistas; y no hay otra vía que la redescubierta del ser, es decir, el hacernos nosotros presentes a su «parusía», nuestro «retorno» a la inteligencia, cuyo signo es el limite. De aquí toda la pietas necesaria, no hacia aquella masa de «opiniones aberrantes» que desde hace casi tres siglos se sirven del progreso, cualquiera que sea, para marginar todos los valores tradicionales con el pretexto de que han muerto, sino hacia este progreso que, en cuanto tal, no tiene ninguna responsabilidad en la determinación de los caracteres de la sociedad que gradualmente ha conducido a la actual tecnológica y tecnocrática; hacia las víctimas de tal sociedad —y son innumerables— a fin de que los hombres, en los límites de su naturaleza, capaz siempre del mal, puedan tener la verdadera paz en lugar del falso pacifismo, una sociedad humana en lugar del vacío humanitarismo. Pero esto es posible en una «nueva síntesis» de los valores, de donde una cultura nueva, en una nueva armonía de todas las «virtudes», desde las vitales a las ascéticas y místicas sin reducciones, sustituciones ni disociaciones, más allá de todas las «falsas conciencias» de «derecha» o de «izquierda», siempre prontas a «conciliarse» a escondidas con tal de permanecer falsas. No se trata de una cuestión de poder, de dominio, de mando, que en el fondo es siempre una cuestión mezquina, sino el gran problema de ser; sin la inteligencia y el reconocimiento del «ser todos hombres», cada uno con su ser que debe realizar íntegramente, no hay ni personas ni comunidad, sino máscaras crueles y feroces, que odian por nada (niente). La disolución del Occidentalismo es una empresa de la humanidad, pero las semillas son católicas; y de ellas bastan sólo doce: de la calidad de «aquéllas», aunque otro Matías deba sustituir a otro Judas Iscariote.


Capitulos anteriores:
- La inteligencia y el límite

jueves, 13 de diciembre de 2012

Forough Farrokhzad

 The House is Black / Khaneh Siah Ast

Un número muy pequeño de mujeres iraníes han logrado nada en Irán fuera de la casa sin depender de una relación con un hombre o patronazgo masculino.


La más conocida de ellas es la poeta Forough Farrokhzad (1935-1967), la mujer más famosa en la historia de la literatura persa. 
 
The House is Black / Khaneh Siyah Ast - (1962)
 22 Minutos, Blanco y negro.
 35mm

Es la única película de Forough Farrokhzad, poetisa Iraní posiblemente  más conocido y controvertido. Una mirada dentro de una colonia de leprosos, el corto documental que se ha llamado "the greatest of all Iranian films - el más grande de todas las películas iraníes", de Jonathan Rosenbaum, y es (ahora) refieren con frecuencia como uno de los ejes de la nueva ola iraní. Tras una declaración de apertura que acompaña a una pantalla en negro que a la vez advierte, e invita a los espectadores a contemplar lo que la sociedad ha considerado trenes horribles, Farrokhzad su lente con insistencia sobre la decadencia de los rostros humanos en la honestidad sombría, observando los párpados flácidos de los leprosos (incapaz de hacer el trabajo biológico de proteger los ojos de las moscas detrás de ellos), los tocones de costras, descamación que eran sus pies y sus cavidades nasales expuestos completamente desprovistos de cartílago (una de ellas casualmente surrealista y exhala el humo del cigarrillo). Mientras que muestra la comunidad de leprosos forjar una representación social de sucedáneo normal, gentes jugando juegos de mesa, las mujeres vestirse y ponerse maquillaje para lo que parece ser una marcha nupcial (y una vez que has visto a una mujer aplicar el rimel en el interior de su párpado, la imagen no saldrá pronto de la cabeza), los niños jugar con una pelota de plástico alrededor de Farrokhzad y las bandas sonoras de sus imágenes con una narración alterna. Una voz de hombre (cuyo unifamiliar materia-de-naturalidad trae a la mente un contemporáneo Jean-Luc Godard en su momento más perplejo) descomprime las implicaciones clínicas de la enfermedad, suavemente recordando a la audiencia que la lepra es una enfermedad tratable, siempre y cuando la oportunidad correcta, en lo que constituye el ejemplo más sobresaliente de la película de activismo. Pero entre el diálogo clínico (en todo el sentido de la definición) son tijeras de poesía de Farrokhzad, leído por la propia autora, que eleva la difícil situación de la colonia hasta el nivel de que el Viejo Testamento dechado de kismet sin respuesta y cruel: Job. Si sensibilidades poéticas de Farrokhzad se decía que eran a la vez preocupado por las costumbres orientales e influenciado por el modernismo occidental, la casa es Negro autoridad despeja el camino para esa estética diletantismo.

- Eric Henderson

Recursos: Ubu

sábado, 8 de diciembre de 2012

Obscure Nº 1

Gavin Bryars

The sinking of the Titanic (1975)


 

Obscure (Reino Unido)
Nº de catálogo: Obscure N º 1
Formato: Vinilo, LP
País: Reino Unido
Fecha de lanzamiento: 1975




Tracklist:
A sinking of the Titanic
Director de orquesta, Piano: Gavin Bryars
Contrabajo: Sandra Hill
Líder [Director]: Howard Davidson, Howard Rees
Musical Box [Music Box]: Angela Bryars
Strings Ensemble: El Cockpit,
Violin: John Nash (2)
Voz [Spoken]: Miss Eva Hart


B Jesus' Blood Never Failed Me Yet
Conductor: Gavin Bryars
Contrabajo: Sandra Hill
Guitarra: Derek Bailey
Líder [Director]: Howard Davidson, Howard Rees
Orquesta: Conjunto de cabina 
Órgano: Michael Nyman
Tuba: John White
Violin: John Nash (2)

Productor: Brian Eno
Escrito: Gavin Bryars

domingo, 2 de diciembre de 2012

Dau al Set

Antoni Tàpie



Volumen primero de Dau al Set (1948-1949)

En el número de septiembre de 1948 aparece una obra de Tàpies ilustrando el texto de Arnaud Puig "Hombre, historia". El tema parece ser el de la creación del mundo y la salvación del mismo por jesucristo. Sin embargo,en lugar de representar a Cristo, Tàpies se autorretrata con heridas en las manos y en el costado. El dibujo, por tantom, posee un marco sentido de ironización del tema. Se trata de un dibujo a pluma en tinta negra sobre fondo blanco.
  

sábado, 1 de diciembre de 2012

Dziga Vertov

Sound Experiments in The Russian Avant-Garde (1908-1942) 


Enthusiasm: (1930)
Extractos Banda sonora original, registrado en 1929-30, (26'30 ")


Escrita y dirigida (compuesto): Dziga Vertov
Sonido: P. Shtro
Grabación de sonido Station: Timartsev, Chibisov, Khariyonov y Molchanov
Grabado: Shorin Sistema
Música adicional: Donbassa marzo por Timofeyev
Producida: Ukrainfilm Kiev Film Studio, 1930
Extractos tomados del Entuziazm DVD (Sinfonia Donbassa), Osterreichisches Filmmuseum 2005


Entusiasm: La Sinfonía Dombass (1930) es, posiblemente, el logro más revolucionario Dziga Vertov: una sinfonía de ruido abstracto industrial para el que se construyó un diseño especial gigantesco sistema de grabación móvil (que pesaba más de una tonelada) con el fin de captar el ruido de las minas, hornos y fábricas. Para Vertov, la introducción del cine sonoro no significaba películas habladas, sino una oportunidad para el collage, montaje y empalme junto a construcciones de ruido ambiental puro.



Entusiasmo - Entuziazm: Simfoniya Donbassa (Dziga Vertov,1931,Urss)  


Título original: Entuziazm: Simfoniya Donbassa
Título traducido: Entusiasmo o sinfonía del Donbass
Dirección: Dziga Vertov
Fotografía: Dziga Vertov
Montaje: Dziga Vertov
Música: Dziga Vertov
Formato: 35mm, B/N, Sonido.
País de producción: U.R.R.S.S
Año: 1931
Duración: 65 min.

domingo, 25 de noviembre de 2012

La impiedad religiosa (1)

Capítulo IV

1- La "nueva religión" de la organización mundial como el fin de todas las religiones.


El Occidentalismo ha arremetido contra todas las religiones y contra todas las iglesias. No ha respetado a la católica, se ha infiltrado en ella y ha hecho explosión en su clero y en su laicado a todos los niveles, y no hay por qué sorprenderse, puesto que la Iglesia en su aspecto histórico está ligada al tiempo; de aquí no sólo el laboreo en su interior, renovación saludable, sino, desde el interior, la fuerza atrayente que trata de trastornarla en el momento mismo en que la solicita a hacer propia una de las dos sociedades impías, la neocapitalista o la marxista en sentido lato, encaminadas a encontrarse en un socialismo tecnológico o en una tecnocracia socialista. La sociedad del bienestar habría encontrado su límite y, con él, descubierto su verdad si, reconquistada la inteligencia del ser, hubiera acompañado al progreso con un poderoso despertar religioso capaz, sin disminuir su impulso, de contrastar su impiedad, de vencer la desacralización; en cambio, se ha verificado una colusión cada vez más creciente entre los católicos1 y el secularismo más radical, implacablemente buscado por aquellas dos sociedades, con el agravante de que la tecnocrática, más impía que la marxista, rechaza el principio dialéctico de la «revolución» y «reduce» el marxismo a «materialismo histórico», achatándolo, una vez vaciado de la «religión del Porvenir», a un sociologismo puramente pragmático. De aquí el «nuevo cristianismo» como religión laica, comprometida en favorecer la unificación de la humanidad en una especie de Organización mundial, que iguala a todos los hombres en un uniforme nivel de vida, realización terrestre de las promesas mesiánicas, donde la paz será perpetua, ya que la opulencia da la seguridad vital y la libre satisfacción de todos los deseos, sobre todo sexuales, sin el peligro de «apostarlos» por un valor o por una verdad superior a la vida: todo ello después de haber sido demolidos todos los tabúes y las supersticiones, entre ellas las de Dios y de una vida eterna, y vencida cualquier oposición del pensamiento y de la voluntad. Y así el pacifismo, el progresismo, el modernismo y todos los temas del laicismo más intransigente, desde el Setecientos hasta hoy, llegan a ser temas del «nuevo cristianismo», que cesa de existir como religión y se identifica con la sociedad impía, desposando sus métodos y finalidades. Evidentemente, «multi seductores exierunt in mimdum, qui non confitentur Jesum Christum venisse in carnem, hic est seductor, et antichristus»; y muchos, seducidos, renuncian y no están firmes «in doctrina Christi», perdiendo incluso a Dios: «qui permanet in doctrina, hic et Patrem et Filium habet».

El Occidentalismo, fuera y dentro de la Iglesia, se ha puesto en estado de alarma inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial. El neocapitallstico tenía dos grandes temores: el comunismo, que avanzaba detrás de la potencia rusa, y el renacimiento católico; por otra parte, era consciente de que sin la ayuda de las fuerzas católicas habría sido arrumbado; de aquí la necesidad de utilizarlas contra el comunismo, de comprometer a fondo políticamente a los católicos hasta hacer prevalecer en ellos los intereses políticos y económicos sobre los religiosos, aplazando para después el ataque directo contra el comunismo. Y así ha sucedido: ha habido una afirmación política de las fuerzas católicas, una eficiencia social de las mismas, pero no un renacimiento de la fe católica y de la caridad cristiana, sino más bien un proceso acelerado de secularización o de corrupción del Catolicismo, hasta el punto de que los primeros en correr para adecuarse a las interpretaciones y a las críticas que el laicismo de todo color da y hace del Catolicismo verdadero son muchos católicos con un arsenal de especiosos pretextos y sofismas. Tal operación miraba y mira a un «encuentro» complejo, gracias al método de la reducción y a la correspondiente egoidad por odio: de los católicos y de los comunistas, sobre la común plataforma de la sociedad del bienestar tecnológicamente organizada, de modo que, por lo que atañe a las dos «teologías», se desteologizaran o desmitificaran al máximo, y de todos en una república mandada por la tecnocracia a la vez «socialista» y «cristiana» a su manera. Así se realiza perfectamente la «continuidad»  iluminística y neoiluminística entre liberalismo, comunismo y modernismo.


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Otra alarma la suscitó en el Occidentalismo el anuncio del Concilio Vaticano II; entró inmediatamente en guerra durante y después de su desarrollo: por un lado, nuevo temor por el impulso renovador respecto a la revigorización de la fe; por otro, nueva y más vigorosa ofensiva (el temor al comunismo había disminuido mucho) para desnaturalizarlo, para convertirlo en instrumento de liquidación de la fe misma, y de reducción primero, y de destrucción después, de la Iglesia Católica. En otros términos, forzar la mano a fin de que la renovación de las llamadas estructuras se convirtiese en una subversión tal que atacase a las mismas verdades reveladas; impedir el despertar de la fe dentro de la sociedad del bienestar, que la transformaría de ñn último en simple condición; hace pasar por verdadero mensaje cristiano, revelador de la «nueva fe», las tablas redactadas por la comisión mixta de tecnócratas, marxistas y freudianos con el auxilio fervoroso de cristianos católicos y, variablemente, protestantes o disidente. El tema de la lograda «madurez» del hombre moderno, en la versión iluminística actualizada durante todo el siglo pasado y el nuestro, ha vuelto a cobrar plena actualidad: reconquista de los poderes de la razón, alienados en Dios, de modo que se sustituya el dañoso prejuicio de la Providencia por el benéfico orden racional, descubierto y dominado por el hombre o impuesto por éste a la naturaleza para dominarla; rescate del trabajo alienado en el amo-explotador, y capacidad del hombre, una vez despertada y madurada la conciencia social, de construir por sí un orden perfecto de justicia, que antes alienaba en un Dios amo y tirano, invención del hombre mismo, explotada por las clases pudientes y dirigentes para conservar privilegios e injusticias; conciencia totalmente desplegada de la potencia de los medios cognoscitivos y operativos, que, gracias al desarrollo irresistible de la ciencia y de la técnica, hacen al hombre cada día más autónomo y autosuficiente. Llegados a este punto, no se trata sólo de racionalizar la fe (religión natural que se remonta a la antigua Gnosis), de «purificarla» de lo sobrenatural, del misterio y de toda profundidad mística y ascética, sino de firmar el destierro o la defunción de la religión entendida como el conjunto de vínculos del hombre con Dios, para sustituirla por la socialidad o el conjunto de las relaciones de los hombres entre sí; no se tiende a difundir el ateísmo, sino a eliminar también éste, incompatible, igual que la afirmación de Dios, con la sociedad humana universal y autosuficiente por evolución hasta la cumbre de su madurez.

Como hemos dicho, la sociedad del bienestar fin de sí misma —al grito de «caza al ladrón», que es Dios, «y a sus encubridores», que son la «Ecclesia»— tiene una sola chance que imponer, la misma que el Occidentalismo ha comenzado a jugar desde su nacimiento: ideal común a la humanidad en él unificada es precisamente este tipo de sociedad, no ya una utopía, sino una realidad que cada día se va rápidamente realizando y se realizará del todo, cuando el plan tecnológico y los cuadros tecnocráticos sean perfectamente funcionales. En este programa, que ni siquiera es una ideo* logia, no se tienen en cuenta los limites del hombre, siendo él el producto de la pérdida del limite por el oscurecimiento de la inteligencia; no se atienden las contradicciones profundas internas al programa mismo por el hecho de que en la ausencia del principio dialéctico no se pueden ver: se afirma y se impone infaliblemente que la sociedad del bienestar es la felicidad esperada desde el antropoide al hombre de hoy y al fin inminente, sin reflexionar que lo «perfetísimo es al eterno o no será nunca, ya que, precisamente por perfectísimo, no puede ser el fruto del devenir o de la evolución. Reducidos todos los valores a los productivos de la sociedad del bienestar liberada de todos los tabúes morales y religiosos, y puesta ésta como el óptimúm de la felicidad y la completa liberación de la humanidad, es inevitable el odio contra todo lo que de cualquier modo se le oponga; y el mensaje de Cristo, del Dios viviente, depósito de la Iglesia católica, es el opositor más irreducible. De aquí el plan de reducción del Cristianismo a la «madurez» del hombre moderno: un «nuevo cristianismo» aceptable por el adulto, de crecimiento acelerado por la técnica, por la ciencia y por las varias democracias liberales y progresistas. Todo el Occidentalismo, interno a la Iglesia católica y a las protestantes, ha puesto manos a la obra a nivel de periodistas, curas, frailes y laicos, como a nivel de teólogos, obispos e incluso cardenales, para hacer comprensible el mensaje de Cristo al hombre que se ha hecho adulto y está, por consiguiente, lleno de legitimas pretensiones. Juan XXIII había aconsejado a los Padres conciliares «no imponer nuevas doctrinas, no formular nuevos dogmas, sino hablar de la fe de modo nuevo y lúcido al hombre de hoy, con sus palabras y con su modo de pensar», óptimo consejo: hablar de la fe al hombre de hoy con sus palabras, dejando sin cambiar e inmutables la fe y su contenido dogmático. Pero no; no sólo se ha atacado a la teología «romana», desde la divinidad de Cristo a la infalibilidad y al Primado del Papa, sino que el lenguaje teológico ha sido traducido en términos de democracia, de sociología, de tecnología: cada Iglesia, la de Holanda, la de Alemania e incluso la de un pueblo, se ha sentido guía de «transformaciones» conciliares, en lugar y hasta en contra de Roma, con el apoyo de este o de aquel grupo y de todas las fuerzas laicistas de las dos sociedades impías, según las cuales una Iglesia al compás de los tiempos debe transformarse en una especie de «rotary» presidido por el Papa, en que cada uno exponga sus opiniones y haga un poco de bien . ¿Y qué es lo que el hombre de hoy, «madurado» por el progreso, no comprende del mensaje de Cristo? El hombre tal y como lo ha hecho el Occidentalismo culminante en la tecnológica sociedad del bienestar, no comprende absolutamente nada, porque se le ha oscurecido la inteligencia; no comprende, porque se ha puesto o ha sido puesto en la situación de no comprender, en el estado de estupidez, necesario para que pueda aceptar o creer como verdad infalible, o al menos contó esperanza fundada, el mito del progreso infinito como su propia felicidad y cumplimiento, optimismo infantil por debajo de toda madurez, favorecido y explotado por la malicia de quien detenta el poder y quiere aumentarlo y extenderlo. De ello se sigue que, para que pueda comprender, es necesario restituirlo a su inteligencia, hacer que vuelva a «pensar», obrar el milagro de hacerle «ver»; pero no se obran milagros sin fe viva, sin permanecer «fieles» al auténtico mensaje de Cristo.

En pocas palabras, volver a dar al hombre de hoy el ojo de la mente o el logos humano, y ayudarle a abrir el ojo de la fe al Logos revelado; y no se comprende este último sin el otro, sin el principio de verdad, el único que hace creer como hombres, es decir, como seres pensantes y libres, y no por ciego fideísmo, que puede engendrar incluso la rebelión contra una fe irracional o puramente animal, que mortifica e incluso frustra. En cambio, se acepta el hombre de hoy tal cual es, y con él todo el Occidentalismo, más bien se le anima a avanzar, y se nos plantea el problema de cómo hacer aceptable a tal hombre el mensaje cristiano. El «cómo» es inevitable: diluyendo el Cristianismo en aguas contaminadas, corrompiéndolo de modo que sea aceptado por los corrompidos. ¿Cómo se puede hacer aceptar la virtud a un vicioso que se deja tal cual es y se le anima al vicio, sino corrompiendo la virtud o, si se quiere, elevando al rango de virtud el vicio y mandando a paseo a esa aburrida de agrio rostro? Pero esto es un círculo «vicioso» incluso en el sentido moral, unido a una carencia de conciencia religiosa; dice claro que quien se presta a la operación de aceptabilidad del cristianismo en estas condiciones ya ha aceptado su adulteración hasta la negación; no es un cristiano que quiere «atravesar» con todo el sufrimiento y el empeño exigidos la sociedad nueva para hacer operante en ella la Palabra de Cristo y restituir tal sociedad a sus límites o a la inteligencia de sí misma, sino un colaborador activo del sistema materialístico-tecnocrático, que contribuye a corromper al Cristianismo y a cualquier religión hasta su identificación con el programa del Occidentalismo. En efecto, dado que la sociedad del bienestar no comprende ni acepta el dogma del pecado original, en conflicto con el evolucionismo histórico y con el seguro mañana de felicidad, no se hable de él o háblese de modo que no resulte chocante; dado que ha llegado a ser «madura», póngase el acento sobre Cristo-hombre o, mejor dicho, dígasele que, en el fondo, su divinidad no es necesaria para ser cristianos, y exilíense los ángeles, sin lugar en la sociedad de hoy; dado que la virginidad no es apreciada como en el pasado y ya no se cree en ciertas «fábulas», entiéndase el artículo de fe «nacido de María Virgen» en el sentido de que el nacimiento de Cristo, superior a la posibilidad de José y de cualquier hombre, es un fruto de la Gracia; dado que la vida ascética y de mortificación, la oración personal y la contemplación —la primera, como tal, siempre comunitaria, y la segunda, capaz de una actividad que los activistas ni sueñan— han perecido ya a causa del cambio de las costumbres, sean perseguidas como imposiciones autoritarias de la religión y de la moral represivas. En pocas palabras: puesto que la sociedad del bienestar es radicalmente impía y arreligiosa, interpretemos el Cristianismo de modo que ella, avanzando en su impiedad, tenga también el confort de considerarse todavía cristiana, en vez de despertarla de su estupidez trocada por madurez y de restituirla a la verdadera fe, a fin de que el bienestar pueda ser de verdad un bien y no su corrupción y su muerte espiritual.

Y así se elaboran catecismos que ponen en duda o niegan todo lo que el hombre de hoy no comprende —no por maduro, sino por ofuscado y corrompido—, y lo que no comprende es la vida auténticamente religiosa y moral, lo sobrenatural y la vida eterna; no se pierda tiempo a hacérselas comprender, sino manipúlense con el lenguaje de la sociología, de la política, de la técnica, de la economía (completa democracia), para una completa desacralización presentada como la nueva religión del porvenir, en que sólo pueden creer quienes niegan la Revelación, aceptada la cual, toda la historia humana es siempre nueva y contemporánea. De aquí el profetismo y el mesianismo seculares, la ostentación de la «espera» inminente («la espera como fraude», escribe Zola), del reino terrestre, donde el mal no' será ni siquiera un recuerdo, porque todo será lícito a todos —«si Dios no existe, todo es lícito», escribe Dostoievski— y nada será pecado. Pero la «inocencia» que se promete no es el fruto de una purificación interior, de la liberación del mal, el precio de la ascesis; al contrario, es una «pureza» que coincide con la pérdida de la conciencia moral, de modo que lo que era servidumbre del vicio y del pecado se haga libertad en el vicio y en el pecado. No se trata de hacerse «niños» para ser más sabios que Salomón, sino de hacerse «grandes», desde la primera adolescencia, a fin de ser libres para seguir todos los instintos y vicios predilectos, realizar la libertad sexual y con ella la felicidad, y continuar dejándose seducir por las máscaras a que se tiene afecto. La purificación y la ascesis, alto precio, son instrumentos del Dios muerto, tirano cruel, y de sus secuaces, carceleros espirituales, enemigos de todo sentimiento humanitario, al que es reducida la caridad cristiana, lo único que hace a todos bienaventurados.

Éste es el nuevo apocalipsis secular e impío, que ni siquiera tiene ya la máscara religiosa: renovación de la humanidad sin purificación, simplemente a través de la Organización tecnológica universal, que proporcionará los medios para todas las satisfacciones. En efecto, los nuevos «cataros» quieren que la Iglesia torne a la pureza de los tiempos apostólicos, y a la vez reclaman el máximo de indulgencia y de laxismo para todas las «libertades» de la sociedad de los consumos; protestan contra la actitud «servil» de la Iglesia respecto a regímenes totalitarios de derecha sobre todo si es en países católicos, pero le quieren imponer que dé su bendición al socialismo tecnológico y a la tecnocracia socialista, a las dos sociedades impías; gritan contra la «riqueza» de la Iglesia, y ansian ahogarse en la opulencia. De este nuevo mesianismo se sigue que lo que hay de divino o por divinizar no está en el pasado de las viejas religiones, todas ellas malas o al menos muy imperfectas, sino, a través de un presente siempre en transformación y proyectado hacia delante, en el porvenir garantizado por la organización industrial y social; pues todo lo que del Cristianismo y del Catolicismo no soporta una relectura según el dictado de la sociedad del bienestar es prejuicio, superstición, ignorancia. Naturalmente, como hemos apuntado, también el comunismo y el marxismo en cada una de sus formas deben reducirse a esta perspectiva; de aquí los dos más recientes slogans de la sociedad tecnocrática: un «comunismo de rostro humano», sometido a ella dócilmente, sin veleidades revolucionarias, todavía «religiosas» y «dogmáticas», perturbadoras de la Organización mundial o de todos los mercados, y «elección de civilización» o «de cultura», contrapuesta violentamente a aquellas formas de comunismo que se le oponen, como si el Occidentalismo, después de haber perdido al Occidente, tuviese todavía una cultura o civilización a cuya elección pudiera invitar, y no sólo una civilización degradada. Esto no es siquiera «satanismo», como alquien ha escrito, o el hombre que remeda como un simio a Satanás, que trata de remedar a Dios queriendo ser como el; es el hombre simio de sí mismo, el hombre del nihilismo. Los secuaces de Saint-Simon asignaban a Cristo —como hoy algunos de los continuadores de aquéllos— un puesto de honor en la nueva Organización mundial: «Moisés prometió a los hombres la fraternidad universal; Jesucristo la preparó; Saint-Simon la realiza». Desde entonces el nombre de Saint-Simon ha sido sustituido por más de un pretendiente: Marx, Lenin, Stalin, Kennedy, etc.; el de Moisés, la antigua Ley, y el de Cristo, la Ley nueva, se mantienen firmes, son insustituibles. Y es esto lo que cuenta para la inteligencia; el tercer nombre es confiado a la propaganda de la estupidez.


Capitulos anteriores:
- La inteligencia y el límite