Pintura submarina, si, ¿Y por qué no? La maravilla y el éxtasis estéticos pueden hallarse en los trasfondos de la Naturaleza, en sus recodos más imprevistos e imprevistos e impensados, en los "sub" y los "intra" tanto como en las cimas siderales; en las simas pobladas de formas reptantes tanto como en las nubes; en el microcosmos tanto como en el cosmos: en la Constelación del Cisne tanto como en la estrella de mar; en el enfusorio tanto como en la nebulosa. La voracidad re-creadora de la plástica actual no conoce otros limites que los de su propio caudal emotivo. Esto es lo que le da dimensión humana y humanista como jamás había tenido, rotundo mentís a esa bagatela mostrenca de la "deshumanización del arte" lanzada por una filósofía de etiqueta germánica, esto es, fantástica, wagneriana, mitológica y legendaria. Hablar, pues, de "pintura submarina" en tono irónico puede ser un cepo en el que resulte caza lo incauto y fácil ironísta. Porque tan "naturales", tan "reales", tan "objetivas" son "las maravillas del fondo del mar" - aire mágico de barracón de feria o grave infolio de Historia Natural - como puedan serlo, por ejemplo, las jugosas manzanas, las jugosas señoritas o las jugosas alquerías - con los correspondientes jugosos pajares - de la pintura llamada realista por sus propios cultivadores y amigos.
Ángel Marsá
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