de la provincia de Santander
UNA LARGA POLÉMICA
El que publicara simultáneamente, en el mismo folleto, otras cuevas por él investigadas indica que debió darse perfecta cuenta de la trascendencia que Altamira iba a tener, y de las dificultades que iba a haber para su aceptación y reco-nocimiento general. Allí había cerca de treinta grandes figuras policromas, alguna a tamaño natural, y muchos otrosdibujos pertenecientes a la primera humanidad. Altamira no era un hecho aislado: la presencia humana en Cantabria, desde el Paleolítico, se documentaba en varias cuevas, por primera vez, merced a su tenaz interés.
Fue el geólogo Juan Vilanova y Piera, catedrático de la Universidad de Madrid, en quien buscó asesoramiento Sautuola, y quien asumió presentar, con distinta intensidad y nulo éxito, el descubrimiento en congresos de Prehistoria en Portugal, Alemania, Francia, España, y en distintas conferencias y reuniones científicas en España, pero la sorprendente aportación científica fue rechazada.
La polémica más dura, irracional y con tintes de encono personal, la planteó el erudito regional Ángel de los Ríos en la prensa cántabra. Su radical postura constituye el reflejo del talante conservador de cierto tipo de «sabios» que, como él, integraban erudición y creencias religiosas. Esta polémica abonó el campo de la maledicencia y los rumores de falsificación ensombrecieron el descubrimiento. Se responsabilizaba del hecho a un pintor mudo de nacionalidad francesa llamado Paul Ratier a quien Sautuola había encargado realizar una copia de las pinturas [expuesta ahora en el Museo de Altamira, y quizá modelo para la Lámina 3.a] y que frecuentó, por tanto, la caverna.
Fuera de Cantabria, un informe redactado por miembros de la prestigiosa Institución Libre de Enseñanza sería de nuevo negativo al carácter prehistórico del arte de Altamira. Incapaces de conjugar su condición de evolucionistas con la calidad conceptual y técnica y con la antigüedad atribuida por Sautuola, concluyeron que las pinturas habían sido reali-zadas por soldados romanos refugiados en el interior de la cueva durante las guerras cántabras (29-19 a.C.) [8]. Los debates en la Sociedad Española de Historia Natural también concluyeron negándose su antigüedad (ya hemos comentado la decisiva intervención de E. Lemus).
En Francia, donde se concentraban los más reputados prehistoriadores, la reacción ante el descubrimiento y ante el folleto que lo transmitía osciló entre la prudencia y el desprecio. ¿Por qué sucedió esto? Todo pareció excesivo: la antigüedad, las magnitudes, el estado de conservación y la calidad artística de aquellas pinturas. Sucedió demasiado pronto, no estaba previs¬to. Sólo Sautuola y Vilanova en España y el francés H. Martin (en una carta dirigida a Sautuola,[9] pero nunca públicamente) fueron capaces de admitir una pinturas paleolíticas, las de Altamira, muchos años antes de que se conocieran otras semejantes. Emile Cartailhac (el más preeminente prehistoriador de la época) envió al paleontólogo E. Harlé para realizar un dictamen sobre las pinturas. Concluyó éste, tras un minucioso análisis que, si bien el yacimiento arqueológico correspondía sin duda al Paleolítico, las pinturas eran de realización moderna. A partir de entonces se omitió en las publicaciones científicas toda referencia a las pinturas de Altamira. El tema estaba zanjado y, en consecuencia, la obra maestra del primer Arte fue condenada al ostracismo durante más de veinte años.
EL RECONOCIMIENTO DE ALTAMIRA Y DE SAUTUOLA
El descubrimiento y publicación de varias cuevas con arte en el sur de Francia como las de La Mouthe (1895), Pair-non-Pair (1896) y, posteriormente, Les Combarelles y Font-de-Gaume (1901), cuyo arte era ya notable, acababa con todo margen razonable de duda. En 1902 Cartailhac, se vio obligado a publicar -con alguna humildad- un artículo titulado «Les cavernes ornees de dessins, La grotte dAltamira (Espagne). Mea culpa d'un sceptique». En éste reconocía haber participado «de un error, cometido hace veinte años,, de una injusticia que es preciso reconocer y reparar públicamente [...] Es necesario inclinarse ante la realidad y, en lo que a mí respecta, debo hacer justicia a M. de Sautuola». Pero lo cierto es que este reconocimiento no le llegó: había fallecido en 1888. Aquel año de 1902 Cartailhac y el joven Abate Breuil visitaban por primera vez la cavidad y se presentaban a María Sanz de Sautuola, la que siendo niña había sido la primera en ver las figuras policromas. A ellos se debe la primera gran monografía dedicada al Arte paleolítico, la dedicada a Altamira y publicada con el patrocinio del príncipe Alberto I de Monaco. Sautuola fue, durante años, la única persona que no dudaba, que sabía sin duda alguna que aquellas pinturas pertenecían al Paleolítico, a lo que entonces eran los inicios de la humanidad. Las reacciones contrarias no debieron sorprenderle; sí le molestó la descalificación, que no crítica razonarazonada, en la prensa local que ya hemos comentado. El que intuyera esas reacciones de escepticismo y rechazo quizás explique la modestia formal e insistente con la que sazona los Breves apuntes: «me resolví a practicar algunas investigaciones en esta provincia, que ya que no tuvieran valor científico, como hechas por un mero aficionado, desprovisto de los conocimientos necesarios» [p. 3]; «Quédese, pues, para otras personas mas ilustradas el hacer un estudio concienzu-do sobre los datos que a la ligera dejo mencionados» [p. 24].
Frente a esa cortés e innecesaria modestia, el despliegue de método analítico y riguroso ante el hallazgo, su documentación bibliográfica y su saber dónde buscar la información necesaria le permitieron transformar un hallazgo casual en un descubrimiento científico de primera magnitud, y situarle por encima de polémicas que resultaron estériles con sus paisanos y con los representantes del saber académico. Quizá comprendiera las dudas y prudencia de los científicos franceses y españoles ante el descubrimiento, pero debió sorprenderle y aun decepcionarle la desconfianza, ligereza y cierta dosis de soberbia con que reaccionaron.
Si bien a partir de entonces Altamira ocupa el lugar que le corresponde en la Historia del Arte y en la Prehistoria, no puede decirse lo mismo de su descubridor, Marcelino Sanz de Sautuola. En los primeros trabajos sobre Arte paleolítico se tiende a empañar su mérito -deducir científicamente que las pinturas de Altamira eran paleolíticas, y publicarlo- y su valor. Con cierta inercia arrastrada a partir de los libros de Cartailhac y de Breuil, se diluye la aportación de Sautuola trayendo a colación que en Francia se conocían otras cuevas con pinturas y grabados que ni se publican ni califican como paleolíticas hasta quince años después de que Sanz de Sautuola lo hiciera; o destacando los errores de J. Vilanova en la defensa de la tesis de su colega español; o la modestia formal de los Breves apuntes... que no es tal pues tienen la calidad habitual en la época y, tanto por su formato como por sus ilustraciones, está acorde con numerosas revistas y publicaciones científicas o técnicas coetáneas... Esta injusta y -sobre todo- inexacta valoración perdura aún incomprensiblemente en alguna obra reciente donde se niega que Sautuola asignara al Paleolítico su importante hallazgo [13]. Las razones objetivas que explican esta circunstancia historiográfica pueden ser la insuficiente difusión y, principalmente, la lectura poco atenta o sesgada de los Breves apuntes, algo que esta nueva edición contribuirá a paliar.
2- J. Lubbock, L'Homme Préhistorique, París, 1876, y la ya citada obra de J. Vilanova.
3- M. Sanz de Sautuola, Escritos y documentos, Santander, 1976, p. 258 yss.
4- M. Sanz de Sautuola, Escritos y documentos, Santander, 1976, p. 48.
5- E. Harlé, «La grotte d'Altamira, près de Santander, Espagne», en Matériaux pour l'Histoire Naturelle et Primitive de l'Homme, XVI, 1881, p. 82 y ss.
6- M. Sanz de Sautuola, Escritos y documentos, Santander, 1976, p.193.
7- J. Lubbock, L´Homme Préhistorique, Paris, 1876, y ka ya citada obra de J. Vilanova.
8- M. Sanz de Sautuola, Escritos y documentos, Santander, 1976, p. 258.
9- M. Sanz de Sautuola, Escritos y documentos, Santander, 1976, p. 48.
10- E. Harlé, "La grotte d'Altamira, près de Santander, Espagne", en Materiaux pour L´Historie Naturalle de L´Homme, XVI, 1881, p. 82 y ss.
11- «Les cavernes ornées de dessins. La grotte d'Altamira, Espagne. Mea culpa d'un sceptique», en L'Anthropologie, t. XIII, Paris, 1902, p. 348 y ss. Cita textual en p. 352.
12- E. Cartailhac y H. Breuil, La Caverne D'Altamira a Santillane près, Santander, Monaco, 1906.
13- Véase, por ejemplo: A. Leroy-Gourham, Préhistoire de l´art occidental, Paris, 1965, p. 30; Breuil, Quatre cents siècles d´Art parietal, Paris, 1974, p. 15, y M Groenen, Pour une histoire de la Préhistorie, Grenoble. 1994, p. 318.
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