martes, 25 de agosto de 2009

Marcelino Sanz de Sautuola - (2)

Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos
de
la provincia de Santander



Entre los pedazos de ladrillo, teja y cacharros que salieron mezclados con los útiles de piedra y huesos, se encuentran cuatro cascos de los últimos, que por su aspecto negruzco pordán ser de época remota, á diferencia del otro casco, teja y ladrilllo que, si bien por el lugar que ocupaban, pudieran ser considerados contemporáneos de los objetos que los acompañaban, no presentan en su exámen ningun indicio de antigüedad, siendo incomprensible cómo estaban cubiertos por una capa de más de sesenta centímetros de tierra, podríase acaso alegar que estos objetos dejados en la superficie, por efecto de su peso fueron poco á poco introduciéndose en la tierra, ya fuese debido á que la superficie estuviese en una època reblandecida por las humedades, ya también á las excavaciones que pudieron haber hecho animales carniceros en busca de los huesos allí depositados, pero léjos de existir indicios qeu autoricen ninguno de ambos supuestos, se encontró la superficie tan compacta y resistente, que, ´pesar de estar formada de tierra arcillosa, hubo necesidad de acudir a los picos, siendo casi completamente inútiles las azadas. Esta capa, que ocuparía próximamente de treinta á cuarenta centímetros. encerrada carios cantos de piedra calar de regulares dimensiones, y contenia ya en su parte inferior buen número de objetos de piedra y huesos, pero donde se hallaronla mayor parte y los cacharros de barro, fue en la capa siguiente, compuesta de tierra mucho más suelta y oscura, con indicios vehementes de cenizas.
Despues de todo cuanto precede, ocurre preguntar: ¿la cueva de que se trata, sirvió de habitación al hombre en algún tiempo, ó seria más bien un verdaderotaller para fabricar utensillos de piedra? Dificil será, en verdad, dar una contestación categórica, por más que, en mi humilde concepto, haya razones fundadas para poder apreciar, prudencialmente, el destino que en época remota pudo tener esta cueva.
Parece probable que no estuvo destinada para habitaciones, porque además de sus cortas dimensiones, su disposición ispecial, la hace poco definible de los ataques que en aquél tiempo debió sufrir el hombre de parte de los animales carniceros; su entrada es casi tan alta y ancha como el resto de la gruta, y por lo tanto difícil de defender de los ataques esteriores. teniendo además por un costado, á la izquierda entrando, otro boquete poco menor que la entrada principal. Podríase alegar en contra el gran número de huesos qeu se encuentran allí y que parece serían restos de comida; pero estos, lo mismo pueden indicar que existió una habitación, como que, y es lo más probable, lo que allí hubo fué un verdadero taller. Militan en favor de esta opinión, por una parte los centenares de piedras talladas que se encuentran, de las que un gran número parecen rotas, y motras muchas inferiores ó si concluir su tallado, y por otra la disposición especial de la cueva, pues precisamente las circunstancias indicadas qeu la hacian impropia para la habitación, la recomendaban en cambio para taller, espuesta como está al S. y con una entrada tan alta como toda ella, ofreciendo, por lo tanto, un local con la claridad apetecible para el trabajo.
No desconosco que si leen estos breves apuntes personas ajenas á los estudios prehistóricos, acaso califiquen de utopías todo cuanto dejo mencionado, pero si me ánimo fuera hacer gala de una erudición inoportuna, no me sería difícil escribir una larga disertación sobre aquellos estudios, muy poco conocidos, por desgracia, en nuestro país, y alegar algunos datos y testos de los muchos que contienen las obras escritas sobre la materia por el sabio geólogo D. Juan Vilanova, por John Lubbock, Boucher de Perthes y otros varios, que han conseguido elevar el conocimiento de estos estudios á una altura que, seguramente, nadie hubiera podido preveer hace treinta años, demostrando hasta la evidencia que son tantos y tantos los descubrimientos que se van repitiendo en todos los países, en condiciones muy semejantes, que ya ha dejado de ser materia de discución, admitiendose como un hecho cierto, que los primeros utensillos de que se valió el hombre fueron de piedra y de hueso, sirviéndose igualmente de primera habitación las cuevas formadas por la naturaleza.
Pero ahora á ocuparme de otra cueva mucho más notable, á mi juicio, por l
as circunstancias que la acompañan, á mi juicio, por las circunstancias que la acompañan, y que parece digna de más esmero estudio. Hállase situada en la sierra comun, sitio llamadode Juan Mortero, término del lugar de Vispiéres, Ayuntamiento de Santillana del Mar, (recientemente la han denominado de Altamira, tomada este nombre de un prado inmediato que se llama así); su entrada está espuesta al N., y tan cubierta de maleza que, antes de ser visitada frecuentemente como lo es ahora, era difícil reconocerla. Segun informes adquiridos del mismo que aprovecha este terreno, hasta que hace ocho ó diez años en que, efecto de haberse hundido alguna piedra, se ensanchó la entrada, era desconocida su existencia. Su bajada es incómoda, pero no difícil, á causa de las peñas que deben haberse desprendido; y reconocida por la parte interior, hace sospechar que aquella estaba antes bastante más baja, dándola acceso por una depresión del terreno, y entrando en plano casi horizontal. Una vez dentro, se encuentrael curioso con una galería que se estiende hácia el S. S. E., y que llamaremos principal, la cual mide treinta y ocho metros de largo, y de ancho desde hueve á trece metros, variando la altur entre dos metros y treinta centímetros qeu tiene en el fondo. A la derecha entrando existe otra galería bastante larga, que designaremos con el número dos y se dirije hacia el S. O; de esta se pasa á otra número tres, de más estension y alta por algunos sitios como diez metros; desde ella se desciende á otra cueva de regulares dimensiones, número cuatro, que se encuentra como á cuatro metros, más baja que la anterior; de la número tres, volviendo hacia el N., se encuentra una fuente que mana del techo y se sume por el suelo; dejando más adelante, á la izquierda, un pozo, al parecer, natural, abierto en las peñas, y que mide próximamente cuatro metros hasta tocar con el agua que contiene, se introduce el curioso por una quinta y última galería. Describiré independientemente cada una de ellas.
La galería principal ofrece á la vista, en lo más inmediato á la entrada, un conjunto de piedras y losas desprendidas de la bóveda, que en gran parte aun no habían caído cuando hace cuatro años visité por primera vez la misma cueva. Inmediato á estas piedras empieza un banco ó capa de más de cuatro metros de espesor por algunos sitios, compuesto de un gran número de cáscaras del genero patella, (véanse los números 1 y 1 de la lámina 2º) caracoles marinos, huesos de mil tamaños, dientes y muelas de diferentes animales, como los encontrados en la cueva citada de Camargo, gran variedad de cuernos, muchos cantos rodados de rio partidos, bastantes pedazos de cristal de roca y algunos utensillos de piedra tallados, todo revuelto entre tierra negra parecida á cenizas. Entre los huesos se encuentran varios tallados y trabajados, algunos con rayas hechas artificialemente, las que también se ven sobre algunos cuernos. (véase los número 2 al 13, lámina 2º) Merecen especial mención los números 8 y 10, de las que el primero, de color casi enteramente blanco, tiene un trabajo bastante concluído, presentando en una de sus caras las rayas que indica la figura que representa de costado, su destino puede ser motivo de discusión, pues por si bien por las puntas que le terminan en ambos estremos pudo servir para agujerear las pieles, que probablemente servirían de vestidos en aquella época, tampoco será aventurado suponerle destinado á formar parte del adorno de los pinados, á semejanza de los que usan, aun hoy, algunas tribus muy atrasadas en el camino de la civilización. Todavía es más notable el número 10, que representa una aguja de hueso con un ojo perfecto, cuya punta se rompió desgraciadamente al extraerla de la masa que la contenía. Tambien deben citarse el número 11, que representa un punzón de hueso estremadamente fino, como lo indica la figura, con una superficie tan lisa como si fuera marfil, efecto, sin duda, del contínuo uso á que debió estar destinado; el número 14, que es un pedazo de piedra pizarrosa con un agujero para colgar, que acaso serviría de adorno en aquella época.
Todas estas figuras comprendidas en la lámina 2º, son de tamaño natural.
Los objetos de silex tallados qye se encontraron, parece que presentan un trabajo menos perfecto que el de los hallados en la cueva de Camargo, llamando la atensión en este depósito la abundancia de cantos rodados que se encuentran partidos toscamente, como si fuera su trabajo preliminar para otros más delicados.
Toda esta masa de restos animales estaba cubierta por una capa estalagmítica de un cemtímetro escaso de espesor, habiendo aparecido también mezcladas con aquellos, estalactitas muy delgadas como de un decímetro de largo la mayor, y algunas estalagmitas que medían hasta ocho centímetros, formando en su parte inferior conglomerados muy curiosos, compuestos de cáscaras, huesos y objetos de piedra tallados. Conviene hacer constar que hasta ahora no han aparecido en esta cueva restos de cerámica.
Todo este depósito descansa sobre piedras y losas, que parece corresponden á las caidas de la bóveda, la que por algunos sitios presenta señales evidentes de haberse desprendido hasta dos capas, siendo por lo tanto indudable que estos desprendimientos fueron anteriores á la formación del depósito.
Al citar esta gran masa de restos animales, compuesta de un número infinito de cásc
aras, no puedo menos de hacer notar la semejanza que en su composición presenta con los depósitos hallados en las costasdel mar de Dinamarca y que se conocen con el nombre de KJÖKKENMÖDDINGS, ó sea montón ó aglomeración de conchas.




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