domingo, 25 de noviembre de 2012

La impiedad religiosa (1)

Capítulo IV

1- La "nueva religión" de la organización mundial como el fin de todas las religiones.


El Occidentalismo ha arremetido contra todas las religiones y contra todas las iglesias. No ha respetado a la católica, se ha infiltrado en ella y ha hecho explosión en su clero y en su laicado a todos los niveles, y no hay por qué sorprenderse, puesto que la Iglesia en su aspecto histórico está ligada al tiempo; de aquí no sólo el laboreo en su interior, renovación saludable, sino, desde el interior, la fuerza atrayente que trata de trastornarla en el momento mismo en que la solicita a hacer propia una de las dos sociedades impías, la neocapitalista o la marxista en sentido lato, encaminadas a encontrarse en un socialismo tecnológico o en una tecnocracia socialista. La sociedad del bienestar habría encontrado su límite y, con él, descubierto su verdad si, reconquistada la inteligencia del ser, hubiera acompañado al progreso con un poderoso despertar religioso capaz, sin disminuir su impulso, de contrastar su impiedad, de vencer la desacralización; en cambio, se ha verificado una colusión cada vez más creciente entre los católicos1 y el secularismo más radical, implacablemente buscado por aquellas dos sociedades, con el agravante de que la tecnocrática, más impía que la marxista, rechaza el principio dialéctico de la «revolución» y «reduce» el marxismo a «materialismo histórico», achatándolo, una vez vaciado de la «religión del Porvenir», a un sociologismo puramente pragmático. De aquí el «nuevo cristianismo» como religión laica, comprometida en favorecer la unificación de la humanidad en una especie de Organización mundial, que iguala a todos los hombres en un uniforme nivel de vida, realización terrestre de las promesas mesiánicas, donde la paz será perpetua, ya que la opulencia da la seguridad vital y la libre satisfacción de todos los deseos, sobre todo sexuales, sin el peligro de «apostarlos» por un valor o por una verdad superior a la vida: todo ello después de haber sido demolidos todos los tabúes y las supersticiones, entre ellas las de Dios y de una vida eterna, y vencida cualquier oposición del pensamiento y de la voluntad. Y así el pacifismo, el progresismo, el modernismo y todos los temas del laicismo más intransigente, desde el Setecientos hasta hoy, llegan a ser temas del «nuevo cristianismo», que cesa de existir como religión y se identifica con la sociedad impía, desposando sus métodos y finalidades. Evidentemente, «multi seductores exierunt in mimdum, qui non confitentur Jesum Christum venisse in carnem, hic est seductor, et antichristus»; y muchos, seducidos, renuncian y no están firmes «in doctrina Christi», perdiendo incluso a Dios: «qui permanet in doctrina, hic et Patrem et Filium habet».

El Occidentalismo, fuera y dentro de la Iglesia, se ha puesto en estado de alarma inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial. El neocapitallstico tenía dos grandes temores: el comunismo, que avanzaba detrás de la potencia rusa, y el renacimiento católico; por otra parte, era consciente de que sin la ayuda de las fuerzas católicas habría sido arrumbado; de aquí la necesidad de utilizarlas contra el comunismo, de comprometer a fondo políticamente a los católicos hasta hacer prevalecer en ellos los intereses políticos y económicos sobre los religiosos, aplazando para después el ataque directo contra el comunismo. Y así ha sucedido: ha habido una afirmación política de las fuerzas católicas, una eficiencia social de las mismas, pero no un renacimiento de la fe católica y de la caridad cristiana, sino más bien un proceso acelerado de secularización o de corrupción del Catolicismo, hasta el punto de que los primeros en correr para adecuarse a las interpretaciones y a las críticas que el laicismo de todo color da y hace del Catolicismo verdadero son muchos católicos con un arsenal de especiosos pretextos y sofismas. Tal operación miraba y mira a un «encuentro» complejo, gracias al método de la reducción y a la correspondiente egoidad por odio: de los católicos y de los comunistas, sobre la común plataforma de la sociedad del bienestar tecnológicamente organizada, de modo que, por lo que atañe a las dos «teologías», se desteologizaran o desmitificaran al máximo, y de todos en una república mandada por la tecnocracia a la vez «socialista» y «cristiana» a su manera. Así se realiza perfectamente la «continuidad»  iluminística y neoiluminística entre liberalismo, comunismo y modernismo.


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Otra alarma la suscitó en el Occidentalismo el anuncio del Concilio Vaticano II; entró inmediatamente en guerra durante y después de su desarrollo: por un lado, nuevo temor por el impulso renovador respecto a la revigorización de la fe; por otro, nueva y más vigorosa ofensiva (el temor al comunismo había disminuido mucho) para desnaturalizarlo, para convertirlo en instrumento de liquidación de la fe misma, y de reducción primero, y de destrucción después, de la Iglesia Católica. En otros términos, forzar la mano a fin de que la renovación de las llamadas estructuras se convirtiese en una subversión tal que atacase a las mismas verdades reveladas; impedir el despertar de la fe dentro de la sociedad del bienestar, que la transformaría de ñn último en simple condición; hace pasar por verdadero mensaje cristiano, revelador de la «nueva fe», las tablas redactadas por la comisión mixta de tecnócratas, marxistas y freudianos con el auxilio fervoroso de cristianos católicos y, variablemente, protestantes o disidente. El tema de la lograda «madurez» del hombre moderno, en la versión iluminística actualizada durante todo el siglo pasado y el nuestro, ha vuelto a cobrar plena actualidad: reconquista de los poderes de la razón, alienados en Dios, de modo que se sustituya el dañoso prejuicio de la Providencia por el benéfico orden racional, descubierto y dominado por el hombre o impuesto por éste a la naturaleza para dominarla; rescate del trabajo alienado en el amo-explotador, y capacidad del hombre, una vez despertada y madurada la conciencia social, de construir por sí un orden perfecto de justicia, que antes alienaba en un Dios amo y tirano, invención del hombre mismo, explotada por las clases pudientes y dirigentes para conservar privilegios e injusticias; conciencia totalmente desplegada de la potencia de los medios cognoscitivos y operativos, que, gracias al desarrollo irresistible de la ciencia y de la técnica, hacen al hombre cada día más autónomo y autosuficiente. Llegados a este punto, no se trata sólo de racionalizar la fe (religión natural que se remonta a la antigua Gnosis), de «purificarla» de lo sobrenatural, del misterio y de toda profundidad mística y ascética, sino de firmar el destierro o la defunción de la religión entendida como el conjunto de vínculos del hombre con Dios, para sustituirla por la socialidad o el conjunto de las relaciones de los hombres entre sí; no se tiende a difundir el ateísmo, sino a eliminar también éste, incompatible, igual que la afirmación de Dios, con la sociedad humana universal y autosuficiente por evolución hasta la cumbre de su madurez.

Como hemos dicho, la sociedad del bienestar fin de sí misma —al grito de «caza al ladrón», que es Dios, «y a sus encubridores», que son la «Ecclesia»— tiene una sola chance que imponer, la misma que el Occidentalismo ha comenzado a jugar desde su nacimiento: ideal común a la humanidad en él unificada es precisamente este tipo de sociedad, no ya una utopía, sino una realidad que cada día se va rápidamente realizando y se realizará del todo, cuando el plan tecnológico y los cuadros tecnocráticos sean perfectamente funcionales. En este programa, que ni siquiera es una ideo* logia, no se tienen en cuenta los limites del hombre, siendo él el producto de la pérdida del limite por el oscurecimiento de la inteligencia; no se atienden las contradicciones profundas internas al programa mismo por el hecho de que en la ausencia del principio dialéctico no se pueden ver: se afirma y se impone infaliblemente que la sociedad del bienestar es la felicidad esperada desde el antropoide al hombre de hoy y al fin inminente, sin reflexionar que lo «perfetísimo es al eterno o no será nunca, ya que, precisamente por perfectísimo, no puede ser el fruto del devenir o de la evolución. Reducidos todos los valores a los productivos de la sociedad del bienestar liberada de todos los tabúes morales y religiosos, y puesta ésta como el óptimúm de la felicidad y la completa liberación de la humanidad, es inevitable el odio contra todo lo que de cualquier modo se le oponga; y el mensaje de Cristo, del Dios viviente, depósito de la Iglesia católica, es el opositor más irreducible. De aquí el plan de reducción del Cristianismo a la «madurez» del hombre moderno: un «nuevo cristianismo» aceptable por el adulto, de crecimiento acelerado por la técnica, por la ciencia y por las varias democracias liberales y progresistas. Todo el Occidentalismo, interno a la Iglesia católica y a las protestantes, ha puesto manos a la obra a nivel de periodistas, curas, frailes y laicos, como a nivel de teólogos, obispos e incluso cardenales, para hacer comprensible el mensaje de Cristo al hombre que se ha hecho adulto y está, por consiguiente, lleno de legitimas pretensiones. Juan XXIII había aconsejado a los Padres conciliares «no imponer nuevas doctrinas, no formular nuevos dogmas, sino hablar de la fe de modo nuevo y lúcido al hombre de hoy, con sus palabras y con su modo de pensar», óptimo consejo: hablar de la fe al hombre de hoy con sus palabras, dejando sin cambiar e inmutables la fe y su contenido dogmático. Pero no; no sólo se ha atacado a la teología «romana», desde la divinidad de Cristo a la infalibilidad y al Primado del Papa, sino que el lenguaje teológico ha sido traducido en términos de democracia, de sociología, de tecnología: cada Iglesia, la de Holanda, la de Alemania e incluso la de un pueblo, se ha sentido guía de «transformaciones» conciliares, en lugar y hasta en contra de Roma, con el apoyo de este o de aquel grupo y de todas las fuerzas laicistas de las dos sociedades impías, según las cuales una Iglesia al compás de los tiempos debe transformarse en una especie de «rotary» presidido por el Papa, en que cada uno exponga sus opiniones y haga un poco de bien . ¿Y qué es lo que el hombre de hoy, «madurado» por el progreso, no comprende del mensaje de Cristo? El hombre tal y como lo ha hecho el Occidentalismo culminante en la tecnológica sociedad del bienestar, no comprende absolutamente nada, porque se le ha oscurecido la inteligencia; no comprende, porque se ha puesto o ha sido puesto en la situación de no comprender, en el estado de estupidez, necesario para que pueda aceptar o creer como verdad infalible, o al menos contó esperanza fundada, el mito del progreso infinito como su propia felicidad y cumplimiento, optimismo infantil por debajo de toda madurez, favorecido y explotado por la malicia de quien detenta el poder y quiere aumentarlo y extenderlo. De ello se sigue que, para que pueda comprender, es necesario restituirlo a su inteligencia, hacer que vuelva a «pensar», obrar el milagro de hacerle «ver»; pero no se obran milagros sin fe viva, sin permanecer «fieles» al auténtico mensaje de Cristo.

En pocas palabras, volver a dar al hombre de hoy el ojo de la mente o el logos humano, y ayudarle a abrir el ojo de la fe al Logos revelado; y no se comprende este último sin el otro, sin el principio de verdad, el único que hace creer como hombres, es decir, como seres pensantes y libres, y no por ciego fideísmo, que puede engendrar incluso la rebelión contra una fe irracional o puramente animal, que mortifica e incluso frustra. En cambio, se acepta el hombre de hoy tal cual es, y con él todo el Occidentalismo, más bien se le anima a avanzar, y se nos plantea el problema de cómo hacer aceptable a tal hombre el mensaje cristiano. El «cómo» es inevitable: diluyendo el Cristianismo en aguas contaminadas, corrompiéndolo de modo que sea aceptado por los corrompidos. ¿Cómo se puede hacer aceptar la virtud a un vicioso que se deja tal cual es y se le anima al vicio, sino corrompiendo la virtud o, si se quiere, elevando al rango de virtud el vicio y mandando a paseo a esa aburrida de agrio rostro? Pero esto es un círculo «vicioso» incluso en el sentido moral, unido a una carencia de conciencia religiosa; dice claro que quien se presta a la operación de aceptabilidad del cristianismo en estas condiciones ya ha aceptado su adulteración hasta la negación; no es un cristiano que quiere «atravesar» con todo el sufrimiento y el empeño exigidos la sociedad nueva para hacer operante en ella la Palabra de Cristo y restituir tal sociedad a sus límites o a la inteligencia de sí misma, sino un colaborador activo del sistema materialístico-tecnocrático, que contribuye a corromper al Cristianismo y a cualquier religión hasta su identificación con el programa del Occidentalismo. En efecto, dado que la sociedad del bienestar no comprende ni acepta el dogma del pecado original, en conflicto con el evolucionismo histórico y con el seguro mañana de felicidad, no se hable de él o háblese de modo que no resulte chocante; dado que ha llegado a ser «madura», póngase el acento sobre Cristo-hombre o, mejor dicho, dígasele que, en el fondo, su divinidad no es necesaria para ser cristianos, y exilíense los ángeles, sin lugar en la sociedad de hoy; dado que la virginidad no es apreciada como en el pasado y ya no se cree en ciertas «fábulas», entiéndase el artículo de fe «nacido de María Virgen» en el sentido de que el nacimiento de Cristo, superior a la posibilidad de José y de cualquier hombre, es un fruto de la Gracia; dado que la vida ascética y de mortificación, la oración personal y la contemplación —la primera, como tal, siempre comunitaria, y la segunda, capaz de una actividad que los activistas ni sueñan— han perecido ya a causa del cambio de las costumbres, sean perseguidas como imposiciones autoritarias de la religión y de la moral represivas. En pocas palabras: puesto que la sociedad del bienestar es radicalmente impía y arreligiosa, interpretemos el Cristianismo de modo que ella, avanzando en su impiedad, tenga también el confort de considerarse todavía cristiana, en vez de despertarla de su estupidez trocada por madurez y de restituirla a la verdadera fe, a fin de que el bienestar pueda ser de verdad un bien y no su corrupción y su muerte espiritual.

Y así se elaboran catecismos que ponen en duda o niegan todo lo que el hombre de hoy no comprende —no por maduro, sino por ofuscado y corrompido—, y lo que no comprende es la vida auténticamente religiosa y moral, lo sobrenatural y la vida eterna; no se pierda tiempo a hacérselas comprender, sino manipúlense con el lenguaje de la sociología, de la política, de la técnica, de la economía (completa democracia), para una completa desacralización presentada como la nueva religión del porvenir, en que sólo pueden creer quienes niegan la Revelación, aceptada la cual, toda la historia humana es siempre nueva y contemporánea. De aquí el profetismo y el mesianismo seculares, la ostentación de la «espera» inminente («la espera como fraude», escribe Zola), del reino terrestre, donde el mal no' será ni siquiera un recuerdo, porque todo será lícito a todos —«si Dios no existe, todo es lícito», escribe Dostoievski— y nada será pecado. Pero la «inocencia» que se promete no es el fruto de una purificación interior, de la liberación del mal, el precio de la ascesis; al contrario, es una «pureza» que coincide con la pérdida de la conciencia moral, de modo que lo que era servidumbre del vicio y del pecado se haga libertad en el vicio y en el pecado. No se trata de hacerse «niños» para ser más sabios que Salomón, sino de hacerse «grandes», desde la primera adolescencia, a fin de ser libres para seguir todos los instintos y vicios predilectos, realizar la libertad sexual y con ella la felicidad, y continuar dejándose seducir por las máscaras a que se tiene afecto. La purificación y la ascesis, alto precio, son instrumentos del Dios muerto, tirano cruel, y de sus secuaces, carceleros espirituales, enemigos de todo sentimiento humanitario, al que es reducida la caridad cristiana, lo único que hace a todos bienaventurados.

Éste es el nuevo apocalipsis secular e impío, que ni siquiera tiene ya la máscara religiosa: renovación de la humanidad sin purificación, simplemente a través de la Organización tecnológica universal, que proporcionará los medios para todas las satisfacciones. En efecto, los nuevos «cataros» quieren que la Iglesia torne a la pureza de los tiempos apostólicos, y a la vez reclaman el máximo de indulgencia y de laxismo para todas las «libertades» de la sociedad de los consumos; protestan contra la actitud «servil» de la Iglesia respecto a regímenes totalitarios de derecha sobre todo si es en países católicos, pero le quieren imponer que dé su bendición al socialismo tecnológico y a la tecnocracia socialista, a las dos sociedades impías; gritan contra la «riqueza» de la Iglesia, y ansian ahogarse en la opulencia. De este nuevo mesianismo se sigue que lo que hay de divino o por divinizar no está en el pasado de las viejas religiones, todas ellas malas o al menos muy imperfectas, sino, a través de un presente siempre en transformación y proyectado hacia delante, en el porvenir garantizado por la organización industrial y social; pues todo lo que del Cristianismo y del Catolicismo no soporta una relectura según el dictado de la sociedad del bienestar es prejuicio, superstición, ignorancia. Naturalmente, como hemos apuntado, también el comunismo y el marxismo en cada una de sus formas deben reducirse a esta perspectiva; de aquí los dos más recientes slogans de la sociedad tecnocrática: un «comunismo de rostro humano», sometido a ella dócilmente, sin veleidades revolucionarias, todavía «religiosas» y «dogmáticas», perturbadoras de la Organización mundial o de todos los mercados, y «elección de civilización» o «de cultura», contrapuesta violentamente a aquellas formas de comunismo que se le oponen, como si el Occidentalismo, después de haber perdido al Occidente, tuviese todavía una cultura o civilización a cuya elección pudiera invitar, y no sólo una civilización degradada. Esto no es siquiera «satanismo», como alquien ha escrito, o el hombre que remeda como un simio a Satanás, que trata de remedar a Dios queriendo ser como el; es el hombre simio de sí mismo, el hombre del nihilismo. Los secuaces de Saint-Simon asignaban a Cristo —como hoy algunos de los continuadores de aquéllos— un puesto de honor en la nueva Organización mundial: «Moisés prometió a los hombres la fraternidad universal; Jesucristo la preparó; Saint-Simon la realiza». Desde entonces el nombre de Saint-Simon ha sido sustituido por más de un pretendiente: Marx, Lenin, Stalin, Kennedy, etc.; el de Moisés, la antigua Ley, y el de Cristo, la Ley nueva, se mantienen firmes, son insustituibles. Y es esto lo que cuenta para la inteligencia; el tercer nombre es confiado a la propaganda de la estupidez.


Capitulos anteriores:
- La inteligencia y el límite

jueves, 22 de noviembre de 2012

John Atkinson Grimshaw

Esteticismo

Fue un pintor de la época victoriana.


Atkinson Grimshaw nació en Leeds, Inglaterra, su padre era un policía, y empezó a trabajar como un empleado de ferrocarril. Sus padres se oponían a aceptar el arte como una carrera para su hijo.
 



Grimshaw fue influenciado por el Prerrafaelitas, y en su juventud produjo paisajes vivos y de gran acabado. Poco a poco, Grimshaw desarrolló su propio estilo distintivo, así como en los temas de sus obras. Se convirtió en un consumado pintor de crepúsculos, de la noche, y de escenas otoñales. Grimshaw pasaba sus vacaciones en Scarborough, y muchos de sus cuadros están creados allí, y en Whitby. También pintó escenas nocturnas de puertos y muelles. Pasó algún tiempo en Londres. Sin embargo, Leeds sigue siendo su base, y su éxito comercial le permitió comprar Knostrop Hall, en las afueras de la ciudad. 
 
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Por un corto período de tiempo a mediados de 1880, tuvo un estudio en Londres. Se dice que Grimshaw era un amigo de Whistler. Los resultados de las obras de Grimshaw, sin embargo, son más variadas. Pintó retratos, interiores, imágenes de hadas, y muchas obras con elementos fantásticos, con mujeres jóvenes y bellas con vestidos opulentos en interiores. A principios de 1890 el estilo de Grimshaw parece desarrollarse en nuevas direcciones. Parecía estar avanzando hacia una mayor libertad, hacia un estilo menos formal de la pintura, tal vez influenciado en cierta medida por Whistler. Lamentablemente este cambio de rumbo no se materializó,ya que Grimshaw murió de cáncer en 1893. 

sábado, 10 de noviembre de 2012

Reza Abdoh

Sleeping with the Devil  

(1990)


 Reza Abdoh fue un director de origen iraní y dramaturgo conocido por su gran escala y producciones teatrales experimentales que utilizan elementos multimedia e imágenes sexuales violentas. Artaud "Theater of Cruelty - Teatro de la Crueldad" a menudo evocada por escrito sobre su obra.


Duración: 12 min
Escrita y Dirigida: Reza Andoh
Filmado y editado: Adam Soch
Con:
Luis Zaldivar, Ken Roth, Michael Whitmore, Anthony Cristian, Paul Durand, Ingrid A., Steve Oglesby. 

"Lo primero que hice después descubrí que era VIH positivo fue un video llamado "Sleeping with the Devil - dormir con el diablo". Tomé mucho más conciencia del cuerpo, la excoriación del cuerpo como herramienta. Y, consciente o inconscientemente, infundió la pieza con esa idea. Estoy preocupado con el cuerpo, con el escremento, el semen y todas las cosas. Me gusta concentrarme en excavación, excreción, cosas así. Creo que tiene algo que ver con el diagnóstico. Pero no creo que me preocupa con sólo debido a mi condición. Hay una serie de ideas y conceptos que me preocupa y emociona pero no están necesariamente vinculados a mi condición. Pero mi condición me informa, mi psique, mi mentalidad, mi sexualidad, mi ser. No es algo que puedo mirar lejos o poner en el banquillo o no ser parte, de alguna manera, todo lo que hago."

Reza Abdoh.

Recursos: Ubu

sábado, 3 de noviembre de 2012

Václav Havel

Audience (1978) 

Este es el legendario samizdat de 1978 grabación de audiencia, protagonizada por Václav Havel (1936-2011) como Vanek y Pavel Landovský como Sládek. Fue grabada por el cantante de folk Vladimír Merta en su apartamento de Praga en 1978 y publicado por el sello Šafrán, corrió de Upsalla, Suecia, por exiliados checos Jirí Pallas y Jaroslav Hutka, ambos signatarios de Charter 77. 



El LP circuló extraoficialmente en Checoslovaquia y muchos checos conocían las partes de la obra de heart  después de 1978, a pesar de cualquier publicación de Havel fue prohibida en el país desde la invasión soviética de 1968. Havel él fue encarcelado brevemente en 1978 y desde junio de 1979 a enero de 1984. Se trata de un raro ejemplo de un registro que resultó peligroso para sus autores, así como para todo el sistema soviético. Compañía Checa Bonton había publicado oficialmente la grabación por primera vez en 1990, poco después de que Havel se convirtió en Presidente de la Checoslovaquia en diciembre de 1989.




Václav Havel y Pavel Landovský Audience (como se titula en checo) pertenece a una trilogía de obras de un acto parcialmente autobiográficos también conocida como la trilogía de Vanek, que comprende la audiencia (1975), protest (1978) y Mistake (1983), basado en la experiencia de Havel se ven obligados a trabajar en una fábrica de cerveza y bajo el constante acoso del régimen comunista. Teniendo lugar en la Oficina de la cervecería, la audiencia es una reunión entre la cervecería Sládek Gerente y empleado Vanek. Mientras el administrador claramente está abriendo muchas cervezas e inducir en binge drinking, es menos claro lo que quiere de Vanek, aunque al final resulta que tiene un acuerdo para ofrecer: un informaciones de contra de promoción de las actividades políticas de Vanek. Una transcripción de la obra en checo está disponible en formato PDF. Una breve sinopsis. Véase también biógrafo de Havel análisis de Carol Rocamora de estos un acto juega aquí.

Imágenes alteradas en la cubierta delantera y trasera de este LP aluden a la costumbre de los regímenes comunistas de la alteración y falsificación de fotografías. Presidente de Checoslovaquia enmarcado Gustáv Husák es dejar sus cejas crecer a la gruesa Brejnev, una alusión a su lealtad al régimen soviético. En 1975, Havel dirigió una carta a Husák, pidiendo más democracia en el país.

Gustáv Husák (antes) Gustáv Husák (después)

El signo "Dobre Dari" es el fin del famoso lema checo "Kde se pivo vari, tam se dobre dari" (donde se elabora la cerveza). Se convierte en "BRDA" en la solapa, aunque no se pudo encontrar el significado de esta .

Lituania DariObre Dari Václav Havel, Vanek Pavel Landovský, Sladek 
Tiempo total 41:25 LP lanzado por Bonton records, Praga, Checoslovaquia, 1990

Presentado en colaboración conContinuo
RecursoUbu

jueves, 1 de noviembre de 2012

Territorios del Arte Contemporáneo # 32

Post-Modernidad

Un recorrido sonoro a través de los Territorios del Arte de la Post-Modernidad.


En este movimiento, donde lo tradicional y lo renovador conviven y se nutren recíprocamente, la Post-Modernidad (tal y como lo dice Alejandro Piscitelli, en su libro: Metacomunicación) no viene a sustituir lo moderno, sino a "iluminar con luz nueva sus principales banderas, reapropiándose de sus consignas aun vivas pero reubicándolas y resignificándolas, a su vez, dentro de otras constelaciones del saber y el hacer".


Download programa # 32