de la provincia de Santander
El descubrimiento en 1879 de las pinturas conservadas en la Sala de Policromos de la Cueva de Altamira, hoy llamada la Capìlla Sixtina del Paleolítico, no fue obra del azar sino del afán investigador y constancia de un hombre estudioso, dotado de la intuición precisa para adelantarse a su tiempo.
La obra cuyo facsímil hoy ofresemos fue objeto de la gran polémica que en las páginas siguientes comentan los especialistas José Antonio Lasheras y Carmen de las Heras. Como en otras iniciativas relevantes ha ocurrido, su autor no alcanzó a ver en vida el reconocimiento de aquel paso innovador. Pero su prudencia, y la generosidad con que ofreció al mundo sus hallazgos, fueron finalmente recompensadas.
Esta edición es un homenaje a su memoria."
El descubrimiento del primer arte. Comentario sobre los breves apuntes...
El hallazgo de una cueva en Altamira:
La prehistoria de Altamira terminó hace trece mil años. Entonces, por causas naturales, se derrumbaron por completo los seis metros iniciales del luminoso vestíbulo. Este era el lugar usado para habitar por los grupos humanos durante el Paleolítico. El desplome de todos los estratos superiores cegó la gran boca (de unos catorce metros de anchura y hasta tres de altura) y la cueva quedó clausurada. Poco antes de ese suceso, gentes de cultura magdaleniense habían vivido allí y realizó las últimas pinturas, quizás los pequeños bisontes dibujados en negro que aparecen entre los policromos, en lo que ahora denominamos el Gran Techo. Desde ese lejano momento la cueva quedó sumida en la oscuridad absoluta; se abrió entonces un largo paréntesis de milenios sin presencia humana en su interior, hasta su fortuita localización en la segunda mitad del siglo XIX.
El hallazgo de las más bellas pinturas de la Prehistoria está lleno de atractivo y es un hito del máximo relieve en su historia. Reúne, además, curiosos matices de casualidad y anécdota que lo hacen particularmente emocionante, pero también de método y voluntad, que junto a su repercusión científica y artística le confieren un interés excepcional.
Era Sautuola un hombre de formación académica, licenciado en derecho, cuya curiosidad científica le condujo tanto a estudiar la historia regional como las ciencias de la naturaleza, y a coleccionar antigüedades, fósiles, y a coleccionar antigüedades, fósiles y minerales. Entre otras iniciativas que ilustran su pensamiento divergente y su amplitud de miras cabe recordar que introdujo el cultivo del eucalipto en Cantabria, proponiéndolo como recurso económico de interés regionál (1) y que fue vicepresidente de la Comisión Provincial de Monumentos durante años.
Hacia 1870-1872, un labrador llamado Modesto Cubillas encontró una grieta por la que se accedía a la cueva. En una carta que dirigió el rey Alfonso XII en 1881, aprovechando la vista del rey a la cueva, solicitaba alguna recompensa - "algún socorro", escribió: para él por haber sido su hallador y quien se la mostró a Sautuola, que poseía una "casona" en el pueblo de Puente San Miguel, próximo a la cueva. Cabe pensar que, conociendo sus aficiones, Cubillas le informara de su existencia, y que fueran sus inquietudes naturalistas las que le llevaran a visitar la cueva por primera vez en 1875. En esta primera ocasión la recorrió en su totalidad (más de 270 metros), incluso arrastrándose para franquear el paso en la galería mas profunda: ciertamente el interés por la geología eran intensos. Quizás por esto, cuando casi al final de la gruta vio unos raros dibujos negros, no le prestó entonces particular atención ni les concedió ninguna importancia.
En 1878 Sautuola fue a París, a la Exposición Universal. Visitó varias veces el pabellón dedicado a la Antropología donde se exponían las colecciones de objetos prehistóricos recientemente descubiertos en Francia. Estimulado por su observación - "aguijoneado por mi afición a estos estudios y excitado (sic)...por su contemplación" [p.3]
dice el mismo decidió entonces investigar en su región. Programó indagar en distintas cuevas y volver de nuevo, con tal fin, a la de Altamira en la que sería su segunda y definitiva visita a lo largo - suponemos - de varios días. Informó de ello a la Academia de la Historia, de la que era correspondiente, aunque no citó en sus cartas nada de las pinturas, quizá por no haberlas hallado aún al escribirlas o, más probable, por discreción y prudencia a la espera de analizar, valorar adecuadamente y alcanzar conclusiones precisas sobre lo hallado.
El aspecto anecdótico y casual del hallazgo está marcado por la participación de la hija de Sautuola, María, que siendo niña acompañó a su padre en la cueva. Fue ella la primera en ver las pinturas: "¡Papá, bueyes!", fueron sus palabras, según contaba siendo ya mayor. Se trata de un detalle simpático pero intrascendente que, en algunas menciones bibli0ográficas y por su reiteración, trivializa el mérito del verdadero descubrimiento científico que sólo corresponde a Sautuola y a los Breves apuntes.
En el nacimiento de la prehistória
A mediados del siglo XIX comenzó a desarrollarse en Europa el estudio sobre el pasado más remoto del hombre, tomando como base el método y el hallazgo que la Geología y la Paleontología estaban aportando. Esta nueva corriente de estudio, denominada "naturalista", se impuso progresivamente a un cierto modelo "erudito" hegemónico hasta ese momento. La tradición erudita hacía asumir que el origen del universo había sido tal y como se recogía en el libro del Génesis, y habiendo creado Dios al hombre en su estado pleno de perfección de dominio "creacionistas"; para ellos, los relatos del Antiguo Testamento y los acontecimientos de los llamados "cuatro imperios" (Asiria, Persia; Grecia y Roma) constituían el pasado más lejano de la humanidad, para cuyo estudio eran suficientes la Biblia, la Historia Antigua y las lenguas clásicas. Por lo contrario, esto empezaba a estar cuestionado por ciertos hallazgos que se veían produciendo desde el siglo XVIII. Desde la Geología y la Paleontología surgía un nuevo "Génesis", basado en la razón y no en las creencias, ajeno al Paraíso y procedente del Reino mineral y animal.
Esta nueva reflexión sobre el orígen del hombre se intensificó a partir de 1809, cuando se publicó la obra del biólogo Jean Baptiste Lamarck Zoological Philosophy en la que enunciaba los principios del "trasformismo", con los que abordaba la evolución de los seres vivos. Este cambio en la atención y actitud de los científicos se acrecentó con la publicación de dos trabajos fundamentales: "Principles of Geology", de Charles Lyell en 1833, y la obra de Jacques Boucher de Perthes "Antiquités Celtiques et Antédiluviennes" en 1847, referencias obligadas en cuanto a los inicios de la Prehistoria se refiere. Exponía Boucher de Perthes el hallazgo de instrumentos de piedras hechos por humanos y asociados a restos de animales extinguidos y, todo ello, en estratos naturales, geológicos, muy antiguos, lo que demostraba una antigüedad del hombre mucho mayor de la uqe se daba por supuesta a partir del relato bíblico del Génesis (pese a las evidencias, la discusión de esto la prolongaron algunos integristas hasta bien entrado el siglo XX). Poco después en 1859, Charles Darinn publicó "El origen de las especies" (2) donde explicaba los principios rectores de la evolución de las especies y los mecanismos que la hacen posible, fundamentalmente de la selección natural. La aparición ese mismo año de una nueva obra de Lyell titulada "Geological Evidence of the Antuquite of Man" vino a fundamentar de manera irrefutable las tesis de Bocher de Perthes y de Darwin, en lo relativo al largo camino recorrido por por la humanidad, en 1867, la Prehistoria se expuso de forma destacada en el recién inaugurado Musée des Antiquités Nationales de Saint-Germain-en-Laye y también en la gran Exposición Universal de París, y se celebró un Congreso al que asistió alguno de los primeros prehistoriadores españoles como Juan de Vilanova (3), en una apertura de la ciencia española a las novedades en Europa (algo más deseable que frecuente). Un año más tarde, John Lubbock en su obra Prehistoric Times acuñó los términos "Paleolítico" y "Neolítico" que fueron rápidamente admitidos por los prehistoriadores. En 1871 Darwin publica "El origen del hombre" (4), en el que tendría en cuenta los datos de la arqueología prehistórica y, en 1872, Gabriel de Mortillet estableció la sucesón de los diferentes perídos del Paleolítico. En fin, podemos considerar que la Prehistoria tuvo su período formativo como ciencia independiente de la Geología y la Paleontología en Europa durante la segunda mitad del siglo XIX.
¿Y en España?
Pese al considerable desarrollo que el estudio de la Prehistoria había tomado en el extranjero, en España esta disciplina seguía siendo una gran desconocida. Bien es cierto que la situación de atraso económico y social y la inestabilidad política de nuestro país no favorecía el avance de las ciencias.
La restauración de la monarquía en 1875 supuso que la iglesia mantuviera y aún aumentara su poder y capacidad de influencia sobre la sociedad y en todas las instituciones públicas. Se reavivó entonces uno de los conflictos que ensombrecían a la sociedad española, el que enfrentaba a clericales y anticlericales. Entre los primeros se encontraban sectores muy conservadores - católicos y españolistas a ultranza - que ignoraban o rechazaban los logros culturales y sociales adquiridos en Europa a partir de la Revolución Francesa. Por otra parte, en los sectores anticlericales se integraban burgueses liberales, progresistas, federalistas y republicanos, todos ellos partidarios de una secularización de la sociedad. Una de las concesiones más significativas al clericalismo se realizó en el ámbito docente y fue provocada por el ministerio de Fomento, el marqués d Orovio, en 1875. Se la conoce como la "Segunda Cuestión Universitaria", cuando se prohibió la enseñanza de postulados que contradijeran las normas de la iglesia y el dogma católico. Varios catedráticos dimitieron y otros fueron cesados en la Universidad. Alguno de estos, con Francisco Giner de los Ríos al frente, crearon en 1876 la Institución Libre de Enseñanza, basada en la libertad de pensamiento, el interés por la Ciencia y en la didáctica laica e innovadora.
El conflicto entre la religión y ciencia en el ámbito educativo fue duro y tardó varios años en resolverse. Así, por ejemplo, en 1892, en el III Congreso Católico Nacional de España celebrado en Sevilla, se pidió la creación de una cátedra "consagrada exclusivamente a enseñar la verdadera Prehistoria católica", y se recomendó que todos los escritores católicos que tratasen del tema declarasen ser contrarios "a todo panteísmo evolucionista y transformista, y evitasen el empleo de palabras que se prestasen a confundirlos con esta escuela".
De lo anterior se deduce que la situación general existente en la España de 1880 no permitía alardes científicos en lo relativo al origen del hombre y a la Prehistor¡a. En este contexto, el hallazgo de las pinturas de Altamira y su atribución a la época paleolítica - palabra además poco frecuente aún en las publicaciones españolas - suponía un atentado contra dos pilares de la estructura social: la iglesia, por una parte, y las tradicionalistas Academias y demás.
1- Manuscrito titulado "Apuntes sobre la aclimatación del Eucaliptus globulus en la provincia de Santander", en M. Sanz de Sautuola, Escritos y documentos, Santander, 1976, p. 55 y ss.
*- Las páginas referenciales entre corchetes corresponden al facsímil original de los Breves apuntes...
2- On the Origin of Species by Means of Natural Selection, or the Preservation of Favoured Races in the Struggke for Life.
3- El primer catedrático de Geología y Paleontología de la Universidad española. Había publicado en 1872 su obra "Origen, Naturaleza y Antigüedad del hombre", y a él recurría Sautuola en demanda de información con la que contrasta el hallazgo.
4- The Descent of Man, and Selection in Relation to Sex.