miércoles, 6 de febrero de 2013

Nuevo orden interior y control social

Michel Foucault

Intervención en la Universidad de Vincennes publicada en El Viejo Topo, extra núm. 7 sobre el "control social", 1978, (págs. 5-7).


Voy a ser muy breve porque creo que es necesario pasar inmediatamente a la discusión y a tratar cuestiones concretas. Es verdad que cuando se oye el término "orden interior" no se tienen ganas de añadirle ningún nuevo epíteto puesto que, después de todo, el orden interior es una consigna, un objetivo, una estrategia que caracteriza a la mayoría de los Estados modernos, de los antiguos Estados y, finalmente, de todo Estado. Creo que existe una cierta pereza teórica, política, o si asilo prefieren, una cierta pereza moral, que es la peor, cuando se dice que es siempre igual, que el orden de hoy es igual que el orden de ayer y que la mejor manera de desautorizar el orden de hoy, o de denunciarlo, es demostrando que este orden actual es semejante al precedente. Sin embargo, creo que es muy importante para nuestra vida, para nuestra existencia y para nuestra individualidad —en función de lo que queramos hacer—, saber en qué aspectos este orden que vemos instalarse actualmente es realmente un orden nuevo, cuáles son sus especificidades y qué lo diferencia de lo que podía ser el orden en los regímenes precedentes.

Creo que los próximos años, que pueden ser bastantes decenas o, incluso, medio siglo, van a estar caracterizados por lo que se llámala "
escasez de energía" o por el hecho de que esta energía —que no escasea realmente tanto como se dice por ahí— va a ser una energía cara. Los países occidentales, puesto que somos occidentales y hablamos y reaccionamos como tales, han vivido hasta ahora sobre la base de un saqueo energético realizado sobre el resto del mundo, gracias a lo cual hemos podido asegurar nuestro crecimiento económico, nuestro bienestar y, también, el sistema político en el que hemos vivido. Ahora bien eso se acabó, para no volver nunca jamás. (Interpelaciones y aplausos entre el público). Creo, de todas formas, que hay una cosa muy cierta, y es que tal como ha funcionado el Estado hasta ahora, es un Estado que no tiene ya posibilidades ni se siente capaz de gestionar, dominar y controlar toda la serie de problemas, de conflictos, de luchas, tanto de orden económico como social, a las que pueden conducir esta situación de energía cara. Dicho de otro modo: hasta ahora el Estado ha funcionado como una especie de Estado-Providencia y, en la situación económica actual, ya no puede serlo. Además en el curso de los próximos años se van a presentar dos posibilidades: la fascista, "stricto sensu" aunque no creo que sea esta la que nos amenace sino la segunda. Yo llamo posibilidad fascista a lo que sucede en un país en que el aparato de Estado no puede ya asegurar el cumplimiento de sus funciones más que a condición de dotarse a sí mismo de un partido potente, omnipresente, por encima de las leyes y fuera del derecho, y que hace reinar el terror al lado del Estado, en sus mallas y en el propio aparato del Estado. No creo que en Francia, al menos por el momento, nos amenace esta solución de complementariedad de la potencia del Estado y de la omnipresencia del partido. La estrategia hacia la cual nos orientamos —con todos los cambios e involuciones posibles— es más bien la segunda solución. 

La solución que es más sofisticada, se presenta a primera vista como una especie de "desinversión", como si el Estado se desinteresase de un cierto número de cosas, de problemas y de pequeños detalles hacia los cuales había hasta ahora considerado necesario dedicar una atención particular. Dicho con otras palabras: creo que actualmente el Estado se halla ante una situación tal que no puede ya permitirse ni económica ni socialmente, el lujo de ejercer un poder omnipresente, puntilloso y costoso. Está obligado a economizar su propio ejercicio del poder. Y esta economía va a traducirse, justamente, en ese cambio del estilo y de la forma del orden interior. En el siglo XIX —y aún en el XX—, el orden interior era proyectado, programado como una especie de disciplina exhaustiva, ejerciéndose de forma constante e ilimitada sobre todos y cada uno de los individuos. Creo que hoy, el nuevo orden interior obedece a una nueva economía. ¿Cuál es su característica? En primer lugar el mareaje, la localización de un cierto número de zonas que podemos llamar "zonas vulnerables", en las que el Estado no quiere que suceda absolutamente nada. En la práctica, cuando vemos lo que se ha dado en llamar terrorismo en un país como Francia o Alemania Federal, se trata justamente de un comportamiento situado en esa zona de peligrosidad, de extrema vulnerabilidad, donde se ha decidido que no se cederá en absoluto, y donde las penas son mucho más numerosas, más fuertes, más intensas, más despiadadas, etc. Así pues, el primer aspecto de esta nueva economía es la localización de estas zonas vulnerables. El segundo aspecto —ciertamente interrelacionado con el primero, —es una especie de tolerancia: la puntillosidad policíaca, los controles cotidianos —bastante torpes— van a relajarse puesto que, finalmente, es mucho más fácil dejar en la sociedad un cierto porcentaje de delincuencia, de ilegalidad, de irregularidad: estos márgenes de tolerancia adquieren así, un carácter regulador. El tercer aspecto de este nuevo orden interior —y que es la condición para que pueda funcionar en esas zonas vulnerables de forma precisa e intensa, y pudiendo controlar desde lejos dichos márgenes— es un sistema de información general. Ese mismo del que os hablaba hace un momento Louis Joanet. Es necesario un sistema de información que no tenga fundamentalmente como objetivo la vigilancia de cada individuo, sino, más bien, la posibilidad de intervenir en cualquier momento justamente allí donde haya creación o constitución de un peligro, allí donde aparezca algo absolutamente intolerable para el poder. Esto conduce a la necesidad de extender por toda la sociedad, y a través de ella misma un sistema de información que, en cierta forma, es virtual, que no será actualizado y que no servirá efectivamente, que no tomará ciertas circunstancias y momentos: es una especie de movilización permanente de los conocimientos del Estado sobre los individuos. Finalmente, el cuarto aspecto para que este nuevo orden interior funcione, es la constitución de un consenso que pasa, evidentemente, por toda esa serie de controles, coerciones e incitaciones que se realizan a través de los mass media y que, en cierta forma, y sin que el poder tenga que intervenir por sí mismo, sin que tenga que pagar el costo muy elevado a veces de un ejercicio del poder, va a significar una cierta regulación espontánea que va a hacer que el orden social se autoengendre, se perpetúe, se autocontrole a través de sus propios agentes de forma tal que el poder, ante una situación regularizada por sí misma, tendrá la posibilidad de intervenir lo menos posible y de la forma más discreta, incumpliendo a los propios interlocutores económicos y sociales el resolver los conflictos y las contradicciones, las hostilidades y las luchas que la situación económica provoque, bajo el control de un Estado que aparecerá, a la vez, desentendido y condescendiente. Y es mediante esta especie de aparente repliegue del poder, y para que no recaigan sobre él las responsabilidades de los conflictos económicos —resolviéndose éstos entre los propios interlocutores—, como van a aplicarse los medios necesarios para que reine el orden interior sobre una base muy diferente de la que hemos visto funcionar cuando el Estado podía permitirse el lujo de ser, a la vez, un Estado-Providencia y un Estado omnivigilante.


Todo ésto no es más que un vago esquema, no tanto de explicación, sino de exposición de estos fenómenos sobre los que tal vez podríamos ahora discutir con mayor precisión.



Capitulo anterior:

RecursosMichel Foucault "Saber y verdad"

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