viernes, 13 de marzo de 2009

Walerian Borowczyk

Walerian Borowczyk

"L´amour monstre de tous les temps"




Dir. Walerian Borowczyk
(1977)


Walerian Borowczyk (nacido en Kwilcz, Polonia, en 1923, y fallecido en París, en 2006) fue el clásico ejemplo de cineasta elevado a lo más alto del favor de los críticos, sobre todo a partir de sus premiadas animaciones estrenadas en los años cincuenta y sesenta, y de sus primeros tres largometrajes de ficción.
Desde mediados de los años setenta hasta bien entrados los ochenta, la misma crítica desdeñó sus filmes y maldijo su nombre.
Artista polivalente, de larguísima y variada carrera (tal vez en ello radique el secreto de la muy cambiante opinión de muchos críticos), Borowczyk fue pintor, grafista, escritor y sobre todo cineasta especializado en el tema erótico, un cineasta dotado, según André Breton, de una “imaginación fulgurante”.


Desde el primer largometraje no animado dirigido por Borowczyk, titulado Goto, l’île d’amour (1968), se reiteraban las amargas ironías presentadas en sus anteriores filmes animados, al tiempo que insistía en ese aire de absurdo y surrealismo que domina una dirección de arte cargada de cajas de música, fonógrafos y antiguos instrumentos de tortura.
Tal parafernalia nostálgica se aplicaba aquí a una fábula sencilla y realista sobre el poder destructivo de la pasión, que irrumpe en la isla mítica, donde una hermosa mujer (interpretada por Ligia Branice, esposa en la vida real del director) se convierte en vórtice del deseo de todos los hombres recluidos en la colonia penal.
Los repentinos falseos de color, en un contexto monócromo, y el sorprendente empleo de un concierto para órgano de Haendel, le confirieron notable poder sugestivo a esta primera pieza de una filmografía consagrada a explorar, desde las vertientes del cine de autor, artístico y sugerente, las aristas del placer y el pecado, asumidos ambos sin la carga de culpa y arrepentimiento impuesta por el catolicismo.


La fascinación de Borowczyk con la iconografía erótica, en relación con la muerte y el decadentismo aristocrático, continuó en el más ligero y comercial de sus filmes, Contes immoraux (1974), que para algunos críticos significa el primer escalón del descenso del director hacia el soft-core porn, etiqueta interpretada por otros en términos menos fuertes.
Era catalogado de “pornógrafo con intereses artísticos”, “maestro del arte pagano y profano”.
De cualquier manera, las cuatro historias que integran el filme (La marca, Teresa la Filósofa, La condesa Erzsebet y Lucrecia Borgia) se convirtieron en objeto de polémica, éxito y escándalo, pues era la primera vez que se exponían públicamente una serie de escenas muy poco vistas en el cine industrial.
El punto de vista fríamente estilizado del cineasta, y el propósito de presentar composiciones eminentemente pictóricas, son los objetivos centrales de las cuatro historias, tres ambientadas en el pretérito histórico europeo, y otra concebida desde el surrealismo contemporáneo.



Fuente: Miradas

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