viernes, 27 de mayo de 2011

Realidades alternas

Las significaciones de la realidad

"... El espacio de Einstein no está más cerca de la realidad que el cielo de van Gogh. La gloria de la ciencia no estriba en una verdad más absoluta que la verdad de Bach o Tolstoi sino que está en el acto de la creación misma. Con sus descubrimientos, el hombre de ciencia impone su propio orden al caos, así como el compositor o el pintor impone el suyo: un orden que siempre se refiere a aspectos limitados de la realidad y se basa en el marco de referencias del observador, marco que difiere de un periodo a otro, así como un desnudo de Rembrandt difiere de un desnudo de Manét."

Arthur Koestler

La palabra "realidad", tal como se la emplea en el discurso común, tiene una significación definida, fácilmente comprensible y definitiva. Nuevos fenómenos a menudo son víctimas de su amenazadora y rígida mirada. Esta definición estrecha, un producto de nuestro pasado, está poniendo ahora graves obstáculos a nuestro progreso.
Cada individuo nace en una determinada cultura y las orientaciones y creencias básicas de ésta lo forman y permanecen profundamente arraigadas durante toda la vida en su personalidad. Si el individuo se traslada a una nueva cultura con otras orientaciones y creencias fundamentales, las dos versiones de la realidad resultan discordantes. Y aun cuando ese individuo obre como miembro efectivo de la nueva cultura, las orientaciones de la primera continúan influyendo en él.
Lo que ocurre con el individuo ocurre también en el campo del conocimiento. Las fuentes a partir de las cuales se desarrolla un campo permanecen en el seno de éste como un armazón que proyecta su sombra y en parte definen lo que es real y lo que es verdadero, lo que tiene sentido y lo que es un disparate, en suma, lo que constituye la forma básica o la esencia de la realidad. Cuando ese campo se desarrolla hasta el punto en que nuevos datos contradicen las viejas creencias, sobreviene un conflicto en el campo del conocimiento. Esto acarrea grandes dificultades y una pugna por reconocer, organizar y resolver los nuevos problemas presentados por el conflicto entre los nuevos datos y las viejas creencias y orientaciones fundamentales. En esa pugna se producen confusiones y una pérdida de comunicación entre muchos de los estudiosos del campo del conocimiento. Hoy la ciencia se encuentra debatiéndose en una de esas pugnas. Algunos de los supuestos básicos, ese armazón de la manera de organizar la experiencia, están en contradicción con los datos que surgen en varios campos científicos.
 
La ciencia se desarrolló vigorosamente en los siglos XVII y XVIII, una época en la que la concepción primaria del mundo era la de que el cosmos había sido hecho por un Dios, por un Dios racional. Esa era la creencia del sentido común; el cosmos era por lo tanto racional y el término racional tenía una sola significación. La tarea de la ciencia consistía en comprender la estructura racional del universo. Petraca (a comienzos del Renacimiento y al considerar el problema de cómo desarrollar una orientación científica en una cultura orientada religiosamente) dijo que un modo de adorar a Dios era comprender y, por lo tanto, admirar su obra. De conformidad con esta concepción, que era la concepción de la cultura, todas las cosas, habiendo sido hechas por un Dios racional, estaban hechas de la misma manera. El hecho de que exista una racionalidad única que rige todo el cosmos se convierte a partir de entonces en la creencia y el artículo de fe más importante de la ciencia. Quien dude de esa racionalidad será considerado, no como hombre de ciencia, sino como un herético supersticioso.


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Los supuestos de que el mundo es racional y de que este término tiene una sola significación se afianzan pues en el creciente terreno de la ciencia y en nuestra estructura de conocimiento, lo mismo que los supuestos de que el mundo es consecuente en su racionalidad, de que todos los fenómenos que se dan en el mundo pueden comprenderse en términos coherentes pues obedecen a leyes coherentes que son accesibles a la razón. Hay, pues, una racionalidad, y toda cosa, desde los átomos a las galaxias, desde los sueños a las máquinas, desde la conducta humana hasta el relámpago que surca el cielo, puede comprenderse atendiendo a la racionalidad. La misión de la ciencia consiste en profundizar y ampliar esta comprensión.
Con un Dios racional y un cosmos racional, no puede haber lugar para excepciones que se aparten de las leyes de la realidad. Toda entidad sigue las leyes de la racionalidad una y todo fenómeno expresa dichas leyes. San Agustín dijo: "No existe un milagro que viole la ley natural. Trátase solamente de fenómenos que violan nuestro limitado conocimiento de la ley natural". El propio Dios se encontraba atado en la urdimbre de la racionalidad.

En la historia de la ciencia este concepto de la racionalidad una se fue clarificando gradualmente y aparecieron algunas de las leyes fundamentales del concepto. El primer progreso científico se llevó a cabo en la esfera de la experiencia en la cual las cosas podían ser vistas y tocadas. En esa esfera, las cosas podían, por lo menos teóricamente, separarse las unas de las otras, contarse, sumarse o restarse, y entonces pareció obvio, atendiendo a esta racionalidad una (así como había un solo Dios), que, como parte del universo cuantitativa, luego toda cosa del universo era cuantitativa. (En los capítulos 3-6 se aclarará la significación de estos términos y conceptos.) Partiendo de esta idea se llegó a la conclusión de que un campo de la ciencia sólo podía progresar en la medida en que sus datos (los fenómenos observables en el dominio que la ciencia había elegido para estudiar) fueran cuantitativos. Esto se convirtió en un credo fundamental de la ciencia. Tan fuerte era esta creencia que los individuos no se dieron cuenta de que reducir a lo cuantitativo (contar y medir) es una actividad humana impuesta a nuestro conocimiento de la realidad, y se la consideró como parte de la realidad misma. "Dios es un matemático" —la famosa declaración de Leibniz—expresaba claramente nuestra concepción y su historia. Poco a poco surgieron otras ideas específicas sobre el mundo racional en el que todo podía verse y tocarse. Una idea capital, aparentemente obvia atendiendo a los datos estudiados, suponía los conceptos de causa y efecto: todos los sucesos tienen causas y las causas existían antes que el suceso. No existe nada que pueda considerarse un suceso sin causa; las causas están primero en el tiempo y a ellas sigue el suceso. Para decirlo en la jerga moderna, el "estado de un sistema" determina un estado posterior. El pasado conduce inexorablemente al presente. Decir que el futuro influye en un suceso presente sería tan insensato como hablar de un suceso sin causa. Esta idea es más compleja de lo que parece a primera vista. Aristóteles, al ahondar esta cuestión, consideró necesario dividir la "causa" en cuatro clases, cada una de las cuales representaba un aspecto de aquélla. Pero al progresar la ciencia enormemente en la esfera de lo que se puede ver y tocar (la esfera "sensorial", una esfera de bolas de billar, de ruedas dentadas, de émbolos y ejes, de palancas y poleas, de martillos y clavos, de pólvora que explota y de balas de cañón que surcan el aire, una esfera en la cual la causa inmediata y el suceso correspondiente podían por lo común verse rápidamente o, en todo caso, casi siempre era posible encontrarles una explicación) llegó a ser una creencia fundamental de la ciencia la de que el pasado era la causa completa del presente y la de que toda acción era el resultado de fuerzas procedentes del pasado. El futuro no tenía poder para modelar el presente. Como todavía no existía en la esfera sensorial, el futuro no tenía el poder de engendrar sucesos, sino que más bien era sólo un receptáculo por medio del cual el pasado volcaba su contenido en el presente. (En el capítulo 11 analizaremos las significaciones dé causa y efecto detalladamente.)

Una clara implicación del supuesto de que el pasado causa lo presente es la de que el cosmos es predecible. Si conociéramos lo bastante sobre el presente, si conociéramos por completo el "estado del sistema", podríamos predecir lo que haya de ocurrir en el futuro. Como se creía que causa y efecto eran la ley suprema que rige completamente todos los sucesos - tanto un terremoto como las formas de las olas que rompen en la arena; tanto la composición de la Novena Sinfonía como la caída de las hojas de los árboles, tanto la circunstancia de que los salmones se remonten corriente arriba, como el cuadro de Mona Lisa-, todo podía predecirse de antemano con precisión y en sus detalles si poseyéramos suficiente conocimiento exacto. La gran "inteligencia" —del filósofo Laplace del siglo XVIII— que conocía la posición y velocidad de todos los átomos del universo y que por lo tanto, podría predecir todos los futuros acontecimientos, era un concepto que estaba en el fondo de nuestra organización del conocimiento y era un concepto completamente realista.
Si bien esta implicación tuvo que abandonarse en la esfera de la mecánica de los cuantos, no se entendió claramente que ese abandono significaba el colapso completo del sistema de una racionalidad que rige todo el universo. Un universo que puede predecirse de manera absoluta y completa (por lo menos teóricamente) en algunas esferas pero no en otras no es un universo que esté regido en todos sus aspectos por las mismas leyes. (Desde luego que hay ciertas situaciones de disyuntiva. Por ejemplo una mujer está embarazada o no lo está.) Un cosmos completamente coherente no puede ser incoherente en una de sus partes. Una excepción hace que el todo se venga abajo.
Sobre la base de la estructura de la esfera en la que la ciencia hizo sus primeros grandes progresos, gradualmente se fue desarrollando una tercera hipótesis sobre la racionalidad una que regía el universo. Ese supuesto, probablemente el último en aparecer y el primero en sufrir colapso, consistía en que, lo mismo que en el mundo visual y táctil, toda cosa del universo podía explicarse según líneas mecánicas de empuje y tracción. El cosmos mismo era un tener claramente la idea de que no se trata de "objetos" en el sentido corriente de la palabra, sino que se trata de algo fundamentalmente diferente.
Gracias a la obra de James Clerk Maxwell y al desarrollo general del concepto de campos en física, por primera vez los hombres de ciencia advirtieron que el supuesto de que todos los fenómenos podían visualizarse y explicarse mediante modelos mecánicos no era por completo válido.
Si bien se comprendió que ese supuesto no resultaba válido en varias esferas estudiadas por la física, este descubrimiento (lo mismo que el descubrimiento de la necesidad de abandonar la idea de que es posible predecir específicamente en la mecánica de los cuantos) ocupó una curiosa posición en la ciencia. En otras disciplinas científicas todavía se cree a menudo firmemente que lo que nos impide construir un útil y fructífero modelo mecánico con nuestros datos es nuestra falta de conocimiento antes que algo inherente a los datos mismos. Los físicos pueden reconocer que no es pertinente conceptualizar un electrón como algo que no sea una serie de números (por ejemplo, no se lo puede concebir como una bolita muy pequeña que gira rápidamente), pero, por lo común la mayor parte de los psicólogos aún se aferran a la creencia de que algún día y de alguna manera tendremos modelos mecánicos del espíritu humano y de las sociedades humanas. Esta esperanza y este supuesto están en el fondo de la profunda y brillante indagación de Freud, y el sistema psicoanalítico de describir la personalidad bien podría considerarse como el mayor monumento erigido en honor de esta creencia.

Actualmente la ciencia se debate con un profundo problema que implica esta aparente paradoja. A la creencia de que todo cuanto existe es real en el mismo sentido y obedece a leyes consecuentes se opone el conocimiento de que muchos datos (incluso los relativos a nuestra experiencia interior) no pueden hacerse encajar en el mismo sistema racional que tan bien describe lo que existe y ocurre en la esfera visual y táctil de la experiencia. Hemos indicado brevemente algunas de las maneras en que se afrontó este conflicto en la física (como por ejemplo, el abandono del modelo mecánico, el abandono de la idea de que es posible predecir eventos en la mecánica de los cuantos y su reemplazo por la predicción estadística); luego nos ocuparemos más detalladamente de estas cuestiones. Por ahora limitémonos a examinar el problema desde el punto de vista de la psicología.
Hemos señalado tres aspectos de la racionalidad una, que, según se creía, podían aplicarse al cosmos: la cuantificación (reducción de los fenómenos a términos cuantitativos), causa y efecto (relación causal que permite predecir) y el uso necesario y válido de modelos mecánicos. Serios trabajos realizados con la intención de aplicar estos tres aspectos al campo de la psicología resultaron infructuosos. Por ejemplo, consideremos el concepto de cuantificación. En los siguientes capítulos expondremos la significación precisa de este concepto, pero su simple definición general bastará aquí.
Cuando examina uno la historia de la psicología, comprueba que los serios intentos realizados durante los últimos cien años para abordar en términos cuantitativos las experiencias interiores han fracasado. Y, en realidad, tan grande fue ese fracaso y tan pocas son las esperanzas de alcanzar éxito en ese empeño que hoy ciertos conductistas (un grupo amplio de psicólogos trata de abordar toda conducta y experiencia atendiendo a motivos mecánicos) ignora los datos primarios de este campo y nuestra experiencia interior pues pretende que ella no existe. Una ciencia que se redefine a fin de desembarazarse de sus datos básicos se encuentra realmente en un grave estado.

Todos los psicólogos recuerdan los grandes esfuerzos realizados para reducir a términos cuantitativos la vida interior. Así hubo una "psicofísica" y hubo "tetraedros del gusto" y "prismas del olfato". Hubo un Herbart con su matemática del inconsciente, un Kurt Lewin con su psicología topológica y un Clark Hull, un Spence, un Guthrie y muchos otros. A pesar de todos sus esfuerzos resultó imposible establecer una vara para medir el miedo o pesar en una balanza la esperanza. Yo puedo decir "Esta mesa tiene exactamente el mismo largo que aquella", pero no puedo decir "Tu placer es exactamente tan grande como el mío". ¿Y el hombre que camina una milla para obtener un cigarrillo Camel tiene la mitad del deseo de fumar un cigarrillo que el hombre que camina dos millas para obtenerlo? Con animales y personas, los psicólogos trataron de hallar ecuaciones que relacionaran la experiencia interior cualitativa con la conducta exterior cuantitativa... y no llegaron a ninguna parte. Uno tras otro se hicieron intentos para cuantificar la experiencia interior y todos ellos fueron a parar en nada. De nuestra experiencia interior podemos decir que comprende determinaciones cualitativas y éstas eran consideradas como secundarias y fracasos de la ciencia. Uno puede decir "Siento más dolor que ayer", pero si intentamos decir: "Tengo nueve grados de dolor", nos damos cuenta de que estamos diciendo un disparate. Podemos decir que Rembrandt era un pintor más grande que Kandinsky. Pero no podemos decir que Rembrandt era tres veces y media más grande que Kandinsky. Sin embargo, tan profunda era la creencia de que todo el universo era cuantitativo que consideramos esta circunstancia más un fracaso de nuestra ciencia que una diferencia en los datos mismos.

Nuestros múltiples intentos de aplicar aspectos de la racionalidad una a la experiencia humana -hacer que ésta esté conforme con la realidad tal como la observamos en la esfera visual y táctil— también fracasaron. La posibilidad de predecir nunca era la misma que la posibilidad de predecir lo que ocurrirá con las bolas de billar. Después de más de setenta años de experiencias la mayor parte de los psicoterapeutas llegó a la conclusión de que el único enfoque que tiene sentido cuando se trata de la conducta humana es el de postular que el pasado estuvo determinado y el futuro es libre. (Como veremos en el capítulo, ésta es precisamente la conclusión a que se llegó aplicando rigurosamente los modernos métodos científicos a los datos de la esfera de la conciencia y de la esfera de la conducta con sentido.) Como la idea de la predicción reposa en la idea de que el pasado determina completamente el presente, subsistía un problema importante. En nuestra experiencia es central el sentido de la finalidad de nuestras acciones, de lo que queremos que sea el futuro atendiendo a lo que sentimos y hacemos ahora. Esto es claramente observable. Ignorarlo significa ignorar parte de los datos fundamentales de nuestra existencia. Pero aceptarlo significa destruir la coherencia que, según creemos, rige tanto nuestra experiencia interior como el comportamiento de la bolas de billar. Vociferar contra la "tecnología" (la creencia de que la meta influye en la conducta, cosa que no ocurre con el movimiento de las bolas de billar o con el de las flechas, razón por la que a menudo no se la consideró válida cuando se la usaba como un factor explicativo de la conducta humana) y decir que es "anticientífica" no es ninguna respuesta. Sabemos que hay diferencias en el acto de tomar un aparato de teléfono si nuestra finalidad es telefonear al hospital para preguntar por el estado de un niño enfermo o susurrar palabras de amor a la persona de la que estamos enamorados o quejarnos al contratista de obras porque los trabajos están atrasados o hacer una llamada telefónica obscena. Ignorar estas diferencias de finalidad es insensato. Sin embargo, aceptarlas significa violar el axioma fundamental de la ciencia moderna que el universo es consecuente puesto que no hay finalidad alguna en el hecho de que una bola de billar choque con otra y en el hecho de que cada una se mueva a una velocidad y en una dirección perfectamente determinadas por el pasado.

La cuantificación, el determinismo y el intento de construir modelos mecánicos fracasaron todos a pesar de los serios y prolongados esfuerzos realizados. Quedaba sólo la creencia de que la racionalidad una, originalmente atribuida a Dios Creador, podría aplicarse algún día a nuestra vida interior en virtud de alguna nueva intuición. Pero lo que ignorábamos al sostener esta creencia era el hecho de que ella va directamente contra toda nuestra experiencia. Ni vivíamos, ni obrábamos, ni sentíamos como si esa creencia fuera verdadera. Vivíamos en una serie de modelos del universo completamente diferentes, vivíamos en diferentes maneras de organizar la realidad, según diferentes definiciones de lo que era real e irreal, sensato e insensato, durante el transcurso de un solo día. Ilustremos esto con la jornada de un imaginario hombre de negocios tenaz y con los pies bien plantados en la tierra.

Durante la jomada de trabajo ese hombre está sentado a su escritorio y vive en una realidad que todos conocemos muy bien. Es la realidad que los occidentales concebimos ordinariamente como la realidad real. Es la realidad en que nos atamos los cordones de los zapatos, en que compramos pasajes de avión y tomamos un taxi para ir al aeropuerto. Ese hombre de negocios dirá, como la mayor parte de nosotros, que ésa es la única realidad real y que cualquier otra es ciertamente alguna aberración transitoria.
Un día ese hombre de negocios llega a su casa después del trabajo. Sabe que en esa zona se han registrado algunos casos de meningitis y está preocupado por su hijo de tres años. Por la noche, mientras está sentado en el salón de la planta baja, oye que el niño llora arriba. El hombre sube por la escalera terriblemente asustado y murmura: " ¡Dios mío, que no sea meningitis!" En realidad, está rezando. Toda su conciencia participa en esa acción. El hombre está organizado de tal manera que esto es lo único que tiene sentido para él, que la manifestación de ese deseo en ese momento es el acto razonable que debe hacer. No lo pone en tela de juicio. En ese momento está percibiendo y reaccionando de una manera diferente de la manera en que lo hace durante toda la jomada. En su trabajo sabe que no tendría absolutamente ningún sentido semejante actitud. El universo, tal como ese hombre lo estructura ordinariamente, no responde ni a la emoción ni a la oración.
Llega al piso superior y con gran alivio comprueba que el niño no está enfermo. El niño sencillamente se ha despertado durante la noche alterado y asustado. El hombre acaricia a su hijo, lo sostiene en sus brazos y le dice "Todo está bien". ¿Qué ocurre realmente aquí? El niño se ha despertado confuso y asustado y el padre lo tranquiliza diciéndole "Todo está bien. El universo es bueno, todas las cosas están en orden". Pero esto no es cierto en el estado de conciencia ordinario y cotidiano de ese hombre, en el modo en que comúnmente organiza la realidad. El hombre vive en un mundo hostil capaz de aniquilarlo a él y a su hijo. Uno no puede decírselo al niño y decirle también "Todo está bien, el universo es bueno". Pero ese hombre de negocios no está mintiendo; en ese momento se encuentra en una realidad completamente diferente de la realidad vivida durante el día o de la realidad vivida en el momento en que subía por la escalera. Con toda sinceridad dice en efecto "Hay una manera de estar en el universo en la cual el amor trasciende la muerte y en la cual el cosmos no nos aniquilará". También aquí está organizando la realidad de un modo diferente. Y en ese momento la manera en que el hombre percibe la realidad y la manera en que reacciona frente a ella es completamente verdadera a su entender.

Después de tranquilizar al hijo, el hombre de negocios va de nuevo a la planta baja. Esa noche él y su mujer salen a bailar. Durante la velada baila del modo habitual, goza más o menos de la danza, piensa en varías cosas, en la música, en su compañera, en lo que han estado hablando, en otras personas, etc. Súbitamente se da cuenta de que durante un momento -no sabe exactamente durante cuánto tiempo— todo era diferente. Durante ese momento que acaba de pasar no estaba pensando en nada. No estaba ofuscado, no estaba en un trance. No estaba dormido. En realidad, se encontraba bien despierto, sólo que todo su ser hacía sólo una cosa: bailaba. Una vez terminada la danza el hombre se sintió bien, ligeramente exaltado, agradablemente relajado. Si se analiza cuidadosamente ese lapso transcurrido se comprobará que ese hombre había organizado de nuevo la realidad de un modo diferente. Ya no escuchaba la música, ya no bailaba con su mujer, ya no evitaba a las otras personas sino que él, la música y su compañera eran una sola cosa en un sentido fundamental. El hombre se movía como si formara parte de una trama que comprendía la música, la pista de baile, las otras personas y toda la escena. Bailaba mucho mejor de lo que lo hacía comúnmenete. Era casi como si él y su mujer experimentaran una especie de telepatía entre sí y como si cada cual respondiera a los movimientos del otro y a las percepciones del otro de una manera muy superior a la habitual. En la realidad que nuestro hombre vivía en ese momento no había separaciones entre las cosas, todas las cosas fluían las unas en las otras.

Después, aquella noche ya en su casa, el hombre de negocios y su mujer se ponen a escuchar una sonata de Beethoven. Durante muchas partes de la música el hombre organiza el universo de un modo diferente del modo en que organiza su vida cotidiana. Lo organiza de tal manera que ya no es él quien está escuchando la música, pues la música y él son una misma cosa. La música está dentro de él así como está fuera de él.
El hombre no está hablando de la música ni pensando en ella, sino que está siendo intensamente con la música.
Luego se va a dormir y mientras duerme tiene un sueño. En el sueño ocurren cosas extrañas. Aparece un canguro que ronda por una montaña. Tiene el rostro de su hermano mayor y el hombre le habla. El escenario cambia y ahora es submarino. Aparece una hermosa sirena. Durante el sueño el hombre no pone en tela de juicio las "cosas extrañas" que ocurren en él. Sabe que son ciertas. De nuevo ha organizado la realidad de un modo diferente. Un modo en que todas las cosas son posibles, un modo en que pueden hacerse todas las conexiones imaginables. El símbolo y la cosa simbolizada obran recíprocamente de manera constante. Este es nuevamente otro estado de conciencia, otra realidad en la que vive nuestro sujeto.
Uno de los caracteres fascinantes de las realidades alternas consiste en que cuando uno realmente las está viviendo tienen perfecto sentido para uno y uno sabe que es la única manera conecta de ver la realidad. Es sólo una cuestión de sentido común.

Para usar una expresión moderna, ese hombre de negocios se encontraba en un estado de conciencia cambiado en los diferentes incidentes que consideramos. Un estado de conciencia cambiado y una realidad mudada son dos lados diferentes de la misma moneda: Cuando describo sus reglas y sus principios limitantes básicos (para emplear la expresión que usa el filósofo del siglo XX C. D. Broad al caracterizar los supuestos fundamentales de la realidad) estoy hablando de una realidad alterna; cuando percibo y reacciono según estas reglas estoy en un estado de conciencia cambiado. Cada uno de nosotros durante todo el día se vale de diferentes construcciones del universo. Nos hallamos en "estados de conciencia cambiados", nos valemos de "diferentes construcciones de la realidad", usamos "diferentes sistemas metafísicos", vivimos en "realidades alternas"... Todo cuanto podemos decir es que estos cambios y desplazamientos son esenciales para nosotros. Ciertamente son universales, se dan en todas las culturas y en todas las épocas que conocemos. Si alentamos el uso de realidades alternas, como en la meditación, la representación teatral, la música seria, etc., acrecentaremos la capacidad de los seres humanos para alcanzar nuevas potencialidades. Si ponemos obstáculos a su uso haremos daño a esas personas. Esto ha quedado demostrado, por ejemplo, en el trabajo experimental de impedir que personas dormidas sueñen mientras se les permite dormir normalmente. Estas investigaciones debieron interrumpirse porque dañaban psicológicamente a los individuos.
Hasta ahora es muy limitado el grado en que la psicología y las ciencias sociales en general aceptaron la idea de diferentes realidades. Por lo común, hoy los psicólogos no afirman la idea de una validez igual de estas realidades. Las ciencias sociales consideran en general la esfera sensorial, el estado de conciencia cotidiano común-, como la esfera "correcta" y consideran las demás como debidas a alguna aberración o a otra causa análoga. Literalmente esos otros estados se apartan del "correcto".
En psicología expresiones despectivas tales como pensamiento "concreto", "regresivo" o "esquizofrénico" se emplean para designar los varios estados de conciencia cambiados o "alterados", con la idea implícita de que el psicólogo probablemente pueda curarlos si lo desea. En el fondo de esto está la afirmación de Freud: "Donde estuvo el ello estará el yo". Actualmente un grupo de psicólogos hasta intenta reducir los sueños al control activo de la conciencia y trabaja con lo que ellos llaman "soñar lúcido" (estados oníricos en los que uno se da cuenta de que está soñando).

Para el antropólogo es claro que el aborigen está entregado al pensamiento "primitivo" o "mágico" y que en cualquier punto en el que las ideas del antropólogo y del aborigen sobre un determinado problema difieren, es el nativo quien ha perdido contacto con la realidad. Cuando los sociólogos discuten la diferencia que nay en las orientaciones de la clase "inferior", "media" y "superior", generalmente consideran que las opiniones de la clase media son las más efectivas y las que están más cerca de la visión correcta, de la realidad "real". Probablemente sea significativo el hecho de que los sociólogos por lo general son de la clase media.
En la medida en que aceptan que los seres humanos viven en diferentes realidades, las ciencias sociales adoptaron un procedimiento para investigar qué cosas sean estas realidades. El procedimiento consiste en obtener la descripción más acabada posible de los supuestos básicos -los principios limitantes básicos— de una particular realidad. Esto se lleva a cabo de dos maneras. La primera consiste en preguntar sobre esos supuestos. Por ejemplo, se pregunta al informante "¿Obedece Mana* a la voluntad humana?" La otra manera es observar, escuchar y determinar qué principios limitantes básicos pueden estar operando si las acciones y las palabras tienen sentido.
Por ejemplo, si nuestro hombre de negocios dijo " ¡Por Dios, que no sea meningitis!" estaba construyendo la realidad de una manera tal que las oraciones tenían sentido y podían ser respondidas. El universo puede responder a la emoción si ella está propiamente expresada. Esta es pues una de las reglas de esta realidad alterna particular. Una tercera manera, que últimamente se ha hecho popular, es la de que los propios científicos sociales experimenten deliberadamente estados de conciencia alterados, ya mediante el uso de LSD, ya mediante la meditación, para descubrir luego el cosmos tal como lo percibieron en el apogeo de su experiencia.

De suerte que los científicos sociales observan el modo en que sus sujetos organizan y perciben la realidad en varias situaciones. Examinan y tratan de analizar la estructura y naturaleza de las diferentes organizaciones de la realidad. A veces llegan a definir en qué situaciones se producen variaciones respecto de "la visión correcta" (la visión del científico social), como ocurre en el sueño, en la psicosis, en los estados provocados por las drogas. Además, el científico social tiene que establecer una diferencia entre estados de conciencia "normales" y "patológicos". Muy poco es lo que se ha hecho hasta ahora en esta importante esfera. Es evidente que si tenemos a 437 esquizofrénicos en un hospital para enfermos mentales, ello no significa que tengamos 437 diferentes construcciones válidas de la realidad. Significa sencillamente que tenemos 437 esquizofrénicos. Pero, ¿cuántas construcciones válidas de la realidad hay? Personalmente, por ejemplo, creemos que su número es comparativamente pequeño, pero sólo conocemos unas pocas reglas para determinar la validez de una construcción de realidad. Esas pocas reglas que conocemos son:
1) la construcción debe ayudarlo a uno a alcanzar las metas reconocidas como válidas en el estado en cuestión o debe dar respuesta a las preguntas definidas por sus reglas como preguntas reales; 2) debe ser internamente.

* La fuerza sobrenatural impersonal a la cual algunos pueblos primitivos le atribuyen buena suerte, poderes magníficos, etc. Ter. de la Polinesia [S.].




2 comentarios:

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dyglez dijo...

Excelente!

Argi dijo...

Muchas gracias :)

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