¿Que es el Arte?
En realidad, en el siglo XVIII, ya hubo un filósofo en Alemania, Kant, que pensaba que lo bello no era conocer y poder interpretar una obra de arte, sino para gozar desinteresadamente de lo que veíamos delante, de las formas con las que se expresaba el artista, de manera libre. Es decir, cada uno tenía derecho a disfrutar de una obra, aunque no entendieran el mensaje que quería relatar el artista. Esa fue una revolución, la mayor revolución de la democracia del gusto, porque defiende que cada uno juzgue las obras de arte independientemente del significado y que todos somos capaces de entender el arte, porque todos podemos ver y gozar de las formas que nos propone el artista. Para Kant todos estamos habilitados para gozar, porque el gozo es algo subjetivo y no me va a decir a mi la Academia del Rey todos estamos habilitados para gozar, porque el gozo es algo subjetivo y no me va a decir a mi la Academia del Rey de lo que yo tengo que gozar.
-¿Quiere decir esto que para entender una obra de arte de las que hay en el Louvre o en el Pompidou no hay que conocer su significado?
Por supuesto que no. Para acercarnos a cualquier obra podemos hacerlo pensando que ésta tiene dos niveles de entendimiento. Uno es lo que vemos, la forma o las formas de la obra, y el otro es lo que se llama contenido o significado. Si nos gustan las formas y gozamos con ellas, si nos parecen bellas, aunque no entendamos nada, ya hemos cumplido lo que dice el Señor Kant. Igual sucede con una pieza musical: nos gusta una canción, aunque no entendamos la letra. ¿no?
-¿Nos hemos preguntado, alguna vez, porque nos gustan los helados? ¿Necesitamos entenderlos o conocer su significado y los ingredientes para que nos guste?
- El arte es igual. A eso lo llamaba el filósofo alemán algo así como placer desinteresado, porque podemos entender una obra sin llegar a conocer el significado que pretendió dar, que muchas veces ni siquiera es así.
- Entonces, ¿no hace falta informarse antes en los periódicos o en las revistas y en los libros de arte, algo que parece muy trabajoso, o preguntarle a los profesores y a los críticos, que para ver lo que dicen y entender bien las obras y a los artistas?
- En este caso es preferible entender a Oscar Wilde, que escribió un ensayo que le gustaba a Borges: "El crítico artista". Uno de los personajes, creo que se llamaba Ernest, le decía al otro – Gilbert – que en los mejores días del Arte no existieron críticos de arte, recordandole la época de la Grecia clásica…
- Podemos gozar del arte, sin vernos obligados a entender las historias que hay detrás de las obras, incluso detrás de las obras más abstractas o conceptuales.
- Si nos paramos a pensar, no existe una gran diferencia entre un cuadro de Miró y otro de Ingres. Pensemos en la La Source, un cuadro de Ingres del Museo d`Orsay. Es una obra del período que llaman neoclásico y la pintó a mediados del siglo XIX. Ingres cuida escrupulosamente la composición, una manera equilibrada de situar, - en este caso - la figura femenina desnuda, que es muy escultórica y parece una Venus griega, en el espacio del cuadro. Es un equilibrista y un perfeccionista que sigue unos ritmos exactos. Además de cuidar eso, le interesa resaltar los valores de un buen cuadro tal como se concebía entonces: la composición, el color y los tonos, la luz, el espacio… La gente del arte le llama a esos conceptos valores plásticos. En La Sieste, que es un cuadro que Miró pintó un siglo después, en 1925, que podemos ver en la cuarta planta del Centro Pompidou, existe los mismos valores, que son los que definen una buena pintura. La única diferencia es que el primero es un cuadro realista y el segundo es, diríamos, abstracto.
Creo que nunca debiéramos valorar un buen cuadro sólo por lo que significa, por su contenido o porque entendemos de historia que nos cuenta el artista. Ingres & Miró son dos poetas de la exactitud y de la poesía, de los ritmos y del equilibrio. Seguramente entenderemos a Ingres, de manera más directa, por su contenido: una bella mujer desnuda, pero no es buen artista por eso, sino por sus valores plásticos.
La Sieste de Miró no reproduce la realidad, sino un sueño: no es lo que ves, es lo que él imagina, formas soñadas… Su poema te pide un mayor esfuerzo, no lo construyó con los objetos de la realidad, pero te ha gustado. La grandeza de las dos obras nunca está en el significado, que es el qué del arte, sino en la manera de concebir el cuadro, que es el cómo.
- ¿Acaso para ser un buen escritor es suficiente con saber bien la gramática?
Se necesita algo más y eso es el talento de construir, de manera original, una forma de decir con palabras.
Después de Kant todos podemos entender el el arte, todos, de la misma manera que podemos rechazarlo desde ese sentimiento del gusto. Cierto que hoy ya no entendemos la belleza sólo como él la entendía y que incluso lo feo y lo desagradable y no sólo en la pintura, sino también en el cine o en la literatura, por ejemplo, que también son creaciones artísticas. Ahora me viene a la cabeza que Dostoievski en sus libros no buscaba la belleza de la armonía, de lo agradable, sino de la desarmonía y de lo desagradable. Nos puede resultar desagradable el retrato Recuerda al tio August, el inventor infeliz, una obra de 1919, de la época dadaísta del alemán George Grosz, o repelernos la prótesis de un trozo de un miembro corporal – Pierna con vela -, del artista norteamericano Robert Gober, pero ¿deja de ser obras bellas por ello?
Es suficiente con que podamos pensar que en una obra de arte hay dos preguntas que hacer: qué y cómo.
El qué es lo que significa, el tema de que trata la obra. El cómo es la forma. Todos podemos contar una historia o pintar un cuadro, pero lo que diferencia un buen trabajo de otra cosa está en cómo lo cuento o cómo lo pinto, cómo lo resuelvo. En el arte del siglo XX y en el actual los artistas han tratado de dar más respuestas al cómo que al qué. Cierto que no todo es tan claro, porque luego hay otros intereses. No siempre es el mejor el que tiene más fama o el más conocido en los museos. A veces un gran artista es un gran desconocido y un artista de menos cualidades está en los buenos museos y es reconocido por todo el mundo. como se ha hecho. El artista más interesante está e el
Vivimos en un mundo donde el dinero, la economía en una palabra, tiene a veces, más fuerza que las emociones. Al menos para algunas personas que creen tener el el poder de decir. En el libertismo que rige nuestra sociedad, y cuando hablamos de libertismo nos referimos a la libertad total para vender o comprar y decir desde el poder del dinero, las relaciones entre las personas se establecen por dos principios: (la oferta y la demanda [vieja y conocida frase]). Se entiende que es la expresión de la máxima libertad y en ella una obra de arte ha llegado a ser una mercancía que produce el artista, que es quien le ofrece a través de un marchante, un dealer o un vendedor de arte, para que la compre un coleccionista o un museo, que son quienes los piden.
La obra de arte como objeto de valor tiene dos opciones: su "valor de uso" y "su "valor de cambio". ¿Qué es eso? El arte habitualmente tuvo siempre su valor de uso: los burgueses, desde el Renacimiento, lo compraron para gozar de él o para decorar sus mansiones haciéndolas más confortables a la vista e incluso para mostrar a sus amigos los maravillosos paisajes , bodegones, desnudos o retratos…
¡Ah!, pero las cosas cambiaron y, con el tiempo, especialmente cuando se llega al siglo XX o tal vez un poco antes, cuando aparecen los primeros marchantes o comerciantes de los artistas que serían considerados vanguardistas, como Vollard, ya no se compra sólo para gozar de los cuadros, para disfrutar de ellos con el uso personal, sino para invertir. De esta manera la obra va reforzando su valor de cambio y los marchantes la consideran una mercancía que se compra y se vende, que es un procedimiento que, a partir de la segunda mitad del siglo XX, se ha generalizado…
-¿Y es malo eso para el arte? ¿Qué pasa con los libros, las canciones, las películas? Tampoco los regalan y los cantantes y los directores de cine y a veces los escritores se hacen ricos
- Si un artista tiene éxito y es muy solicitado por los coleccionistas o por los museos, entonces su demanda aumenta y sus precios comienzan a subir. Cuanto más es demando un artista, más sube, pero si ese artista no es solicitado por los coleccionistas, sus precios bajan o se estancan. Sucede igual que con el petróleo, con las patatas o con el caché de los cantantes, por poner dos ejemplos…
- Y, ¿por qué un artista puede ser más solicitado que otro, por qué es mejor?
Si Picasso hubiese vivido al margen del mundo o no hubiese tenido buenos marchantes, hoy sería un desconocido. Sólo se vende lo que la gente sabe que existe. Para ello los artistas necesitan a los marchantes y a las galerías de arte. Unos y otras se venden lo que la gente sabe que existe. Para ello los artistas necesitan a los marchantes y a las galerías de arte. Unos y otras hacen publicidad de sus artistas y de sus obras para venderlos mejor. Igual que sucede con los productos que se anuncian en televisión. ¿Por qué queremos comprar pantalones Levi´s y no otros? ¿Son mejores que las marcas que no conocemos, o, por el contrario, son los que vemos anunciados por la televisión y los que llevan nuestros amigos mas modernos?
En el fondo es todo un juego de intereses y estaría bien se hablase de esos intereses, que son los mismos que nos hacen comprar los pantalones Levi´s.
Para dar a conocer o vender y hacer famoso a un artista hay que hacerlo como los fabricantes de Levi´s…..
¿Cuáles son los intereses del arte?: el primero , el artista, que es quién hace la obra de arte; el segundo, el producto que hace; el tercero, los vendedores y publicistas del producto, que llamamos marchantes el cuarto, los compradores o consumidores del producto, que llamamos coleccionistas; el quinto los que juzgan el producto, que se llaman críticos y cuando son aún más críticos comisarios; el sexto, los museos, que expone el producto; el séptimo las exposiciones-espectáculo, que mundializan el producto; el octavo, los espectadores, que pueden ver el producto si les apetece.
El primer interés es el artista y en torno a él giran todos los demás. Como "creador" es el único imprescindible, porque los otros son todos prescindibles. Hasta las vanguardias de los primeros años del siglo XX o incluso hasta la mitad de ese siglo, el artista fue un resistente, hacía sus obras y era rechazado algunas veces. El hecho de ser rechazado lo convertía, precisamente, en un vanguardista, porque era un adelantado que los demás no comprendían en su momento. Pero, a medida que sus obras se fueron introduciendo en el mercado, que los burgueses adinerados compraban como productos exclusivos y casi de lujo, los artistas perdieron lo mejor de sí: la resistencia. Y al perder la resistencia y el rechazo, los artistas dejaron de ser vanguardistas. Los más importantes comenzaron hacer asimilados por los que tenían poder para comprarlos o exponerlos. Ya eran Levi´s. No hay más que ver que hoy los artistas ya no proponen nada desde abajo, porque los modos de hacer el arte se hace desde arriba, desde las grandes exposiciones, que son las plataformas artísticas del poder político y cultural: unos señores que se llaman críticos y comisarios ven las obras de las galerías de arte más importantes - a veces en las revistas de moda y en los catálogos -, las seleccionan para una exposición mundial y dicen que eso es lo que se lleva.
Ya no es el artista quien articula la primera reflexión para aportar una imagen, sino el que llaman crítico: éste reflexiona para decirnos qué tipo de pantalón debemos llevar… Aunque ese crítico elige las imágenes que cree que son más representativas entre las que ofrecen los acontecimientos, los dueños de las galerías de arte. Entonces ni siquiera piensan los críticos, porque, en verdad, nadie los entiende, sino los dueños de los comercios de arte, los galeristas, que son más simples y directos, naturalmente, y hoy ya famosos: ellos son realmente quienes imponen, desde sus exquisitas galerías de las grandes ciudades, como París, New York, Londres, Zúrich, Berlín, Dusseldorff, Milán y muchas más, las imágenes que se ponen de moda, las de la temporada. Aunque, en ocasiones, la temporada suele durar varios años. "Imponen", diríamos, "gusto". Y de su gusto se nutren los seleccionadores de artistas, esos que llaman, de una manera tan horrible, comisarios o curadores, para hacer las exposiciones-expectáculo que se celebran cada cierto tiempo en los grandes museos o, como festivales de verano de varios meses, en Venecia o Kassei, que son como santuarios o mezquitas, a los que cada dos o cinco años, respectivamente, acuden devotamente los peregrinos del arte actual a fin de rendir tributo a sus dioses de cada momento. En realidad van a examinar las novedades como cuando uno va a la Feria del Automóvil o a la Feria Náutica.
Exagero un poco, pero sólo un poco…
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