viernes, 28 de enero de 2011

La importancia del arte en la Educación

...las habilidades aprendidas en el artículo directamente, la transferencia a reducir las tasas de deserción escolar..
especialmente con los niños en desventaja económica - fundamentales - y promover las habilidades cognitivas utilizadas para dominar otros temas fundamentales.
..en esta era de la globalización necesitamos Arte porque al arte es un idioma que todos hablan, que atraviesa las barreras raciales, culturales, sociales, educativos, economicas y consolida el valor cultural y la conciencia.

- La economía del futuro depende de una generación creativa.
- La educación artística es compatible con una visión del mundo que es idealista y se esfuerza para un mayor significado.
- Esta es una cualidad esencial para los ciudadanos del siglo 21 al tener en cuenta.
- La idea de que una educación en el arte es sólo para el "talento" y no los niños "normales" es simplemente incorrecto.
- Todos los niños deben tener acceso a la educación en el arte, independientemente de sus antecedentes, talentos, o discapacidad.
- El Arte enseña la auto - disciplina, refuerza auto - estima y promueve las habilidades de pensamiento y la creatividad tan valorado en el lugar de trabajo.
- El arte enseña la importancia del trabajo en equipo y la cooperación...



..descuidar la contribución del arte en la educación es denegar el acceso a los niños a uno de los aspectos más impresionantes de su cultura y uno de los medios más potentes para el desarrollo de sus mentes..

- Elliot  Eisner

martes, 25 de enero de 2011

Salto a la fama

Filosofía minimalista de la política

10- No sólo hoy se busca afanosamente la receta del éxito político. En el siglo I d. C. se dedicó a ello Plutarco de Queronea. No fue un verdadero filósofo de la política, como Platón y Aristóteles, sino más bien un autor de preceptos inestimables para quien quiere triunfar en la vida pública. Éstos no sólo se basan en ideas teóricas, sino también y sobre todo en un conocimiento profundo de la psicología de las masas: ¿qué espera la gente de un gobernante? ¿A quién es propensa a conceder su apoyo? Entre los modelos de Plutarco destaca Pericles, un poderoso con autoridad tanto en el pensamiento como en el porte.

Plutarco estaba convencido de que no son las ideas las que hacen la historia, sino los grandes hombres. Pero ¿qué es lo que hace a un individuo capaz de arrastrar a la gente? Un joven que no sea de origen noble podría desanimarse ante la dificultad de salir del anonimato. Según Plutarco haría mal:

Y en efecto, el pueblo acoge de muy buena gana, por aburrimiento y hastío de los políticos habituales, al que comienza, como los espectadores a un competidor (Moralia 804D 7-10).

Por eso el sistema más fácil para entrar en política es el de afirmarse de manera fulminante y brillante con alguna acción que lance a la palestra. Así los demás no tienen tiempo de ser corroídos por la envidia. El fuego no origina humo: Plutarco privilegia claramente el flechazo político. Pero no siempre se da. Pueden faltar las ocasiones para lanzarse de cabeza a la vida pública. En este caso el joven debe adaptarse a una vida más lenta y prosaica, aunque no desprovista de ventajas. Es la que se basa en el conocimiento de la psicología de la gente.

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Había un personaje que fascinaba a Plutarco: Pericles, el político más ensalzado y señalado de la Atenas del siglo V a. C. Durante más de una década fue el «comandante» o, como se decía entonces, el arconte. Como ei aquella fase de la historia griega estaban en vigor las ciudades-estado, había llegado a concentrar en su persona los poderes de un alcalde y de un jefe de gobierno. ¿Cómo lo había conseguido? En primer lugar gracias a su physique du role, como dicen los franceses. En parte se lo había concedido la madre naturaleza, pero en parte se lo había construido con el entrenamiento: En cuanto a Pericles, realizó cambios incluso de imagen y su forma de vida, consistentes en caminar despacio, hablar afablemente, mostrar siempre el semblante circunspecto, guardar la mano dentro del manto, y no andar más que por un camino, que llevaba a la tribuna y al Consejo (ibid., 800C 1-4).

Como puede verse, para Plutarco el éxito político empieza por lo externo, es decir, por las características físicas y por la vida privada. Pues lo mismo que una rojez y una verruga en el rostro son mas repulsivas que marcas, lesiones y cicatrices en el resto del cuerpo igualmente los pequeños defectos parecen grandes cuando se ven en las vidas de los dirigentes y de los políticos a causa de la opinión que tiene el pueblo acerca del poder y la política como un asunto importante que debe estar limpio de toda extravagancia y falta (ibid., 800E 1-6). ¿Alguien se sorprende? ¿Quién no ha leído las crónicas políticas americanas de estas últimas décadas? El mejor estadista del mundo ve caer en picado su índice de aceptación si tiene la boca demasiado ancha. Al presidente Cárter le explicaron que tenía que contener su sonrisa más bien clownesca. Pero la intimidad todavía es más importante e insidiosa: un candidato a la presidencia de Estados Unidos puede arruinar su carrera si es descubierto en flagrante adulterio. En Europa, en cambio, un político puede permitirse cualquier amante, pero debe vestirse como dicta la moda.

En cuanto al estilo de gobierno, Plutarco apreciaba a Pericles, definido por los historiadores como un rey sin corona, porque adulaba al pueblo sólo cuando lo requerían las circunstancias. Para consolidar su poder no escatimó espectáculos populares, banquetes y procesiones. Pero en cambio, cuando lo tuvo en un puño, empezó a pensar en la economía.

Los gustos de Plutarco son característicos de la corriente filosófica denominada «segunda sofística». En la primera oleada, anterior a Platón, se llamaba sofistas a los intelectuales que trataban de conquistar el favor del público descaradamente: llegaban incluso a invitar a violar las leyes si se estaba seguro de no ser descubierto. Por eso su modelo había sido Alcibíades, hábil gobernante pero disoluto en su vida privada. En cambio los sofistas de la segunda fase preferían el modelo de Pericles, que sabía cautivar a la gente, aunque sin despreciar a las instituciones.

Sin embargo. Plutarco no ignora que el poder acaba desgastando a quien lo ejerce y que los gobernantes atraen sobre su persona toda clase de hostilidades: Puesto que en todo pueblo existen animadversión y recelo haciaia los políticos, y sobre muchas medidas útiles, si no provocan rechazo y controversia, recae la sospecha de que son producto de una conspiración (ibid 813F 9-12).

Peligro que el hombre político debe tener presente cuando intenta congraciarse con el pueblo. Hasta Solón, uno de los siete sabios del mundo antiguo, resbalo sobre esta piel de plátano, le paso cuando promulgó una ley demagógica, análoga a nuestra amnistía fiscal.

Pues cuando concibió el proyecto de bajar las deudas y de aplicar la «descarga» lo comunico a sus amigos y estos cometieron un enorme abuso: tomaron mucho dinero prestado anticipandose en secreto a la ley, y poco tiempo después, una vez promulgada, se revelo que habían comprado esplendidas mansiones y extensos terrenos con el dinero que habían pedido prestado; y Solón, victima del abuso de sus amigos, fue acusado de ser su cómplice (ibid,, 807E 1-5). Aquí Plutarco se muestra clarividente señalando posibles conflictos entre poder legislativo y poder judicial. Aunque sin combatir directamente el segundo, aconseje la máxima cautela respecto a el: «Es un comportamiento democrático también soportar el insulto y la ira de un magistrado» (ibid., 817C 3-5).

Pero, entonces, ¿hay que soportar sumisamente a un magistrado prepotente? la respuesta de Plutarco es jesuítica, pero llena de sentido común: «Por tanto, debemos retrasar la venganza pues, o bien lo castigaremos cuando haya cesado en el cargo».

El caso de Solón fue tratado por Plutarco dos veces: en las llamadas Moralia, que son su obra más filosófica, y en los escritos que le dieron la lama, las Vidas paralelas, donde repasa las biografías de hombres ilustres presentandólos casi siempre por parejas. Una de estas Vidas está dedicada a Solón.

Realmente la producción de Plutarco como historiador es mas discutida que su obra de filósofo. Y ello por dos razones: en primer lugar porque no fue particularmente escrupuloso en verificar sus fuentes. A menudo refiere habladurías o incluso supersticiones, la segunda razón es su convencimiento de que la historia es maestra de vida. Es una idea que en época moderna ha sido criticada varias veces, a partir de Nietsche en sus famosas Consideraciones inactuales sobre la historia. Si esta teoría fuese verdad, serian los historiadores los que obtendrían mayor éxito en la vida política. Pero no consta que ningún historiador haya llegado nunca a gobernante, mientras que varios filósofos, a partir de la época presocrática, intentaron, con diversa suerte, la vida publica. Lo cual no impide que la «filosofía minimalista» de la política producida por Plutarco pueda constituir todavía hoy una valiosa guia para todos aquellos que sueñan con ser famosos en la escena pública.


Capitulos anteriores: 


Los Cien Táleros De Kant: La Filosofía A Través de los filósofos

domingo, 23 de enero de 2011

Blockhead

The music scene














Lápices de colores y música para no quedarse sentado. 

"Psicodelia" del siglo XXI en una de las mejores piezas animadas del momento (2010). La atención mediática on line de este videoclip muestra como un autor independiente como Anthony Francisco Shepperd puede competir con grandes productoras.


 Resource: Artfutura

viernes, 21 de enero de 2011

¿Qué es el acto de creación?

Gilles Deleuze



Conferencia en la Femis (La Escuela Superior de Oficios de Imagen y Sonido)













15 de mayo de 1987

miércoles, 12 de enero de 2011

Territorios del Arte Contemporáneo # 12

Arte Moderno


Le invitamos a realizar un recorrido sonoro a través de los Territorios del Arte Moderno, cuyos exponentes más importantes rechazan a través de su obra la reducción conceptual planteada por René Descartes en su búsqueda de la razón pura. El arte entonces se convierte en una alternativa, puesto que se contrapone a esa objetivización, a la descorporeidad propuesta por Descartes para conocer el mundo.


sábado, 8 de enero de 2011

Un parricidio fallido

` Filosofía judicial ´

9. En el mundo romano, al que se debe la creación del derecho, el mejor filósofo es el orador. Así al menos pensaba el maestro de retórica más importante de la latinidad, Quintiliano (ca. 35-95), rival y adversario de Séneca, de origen español como él. Cuando el juez absuelve o condena a un acusado, su veredicto no debe ser un fin en sí mismo, sino que debe tener un valor ejemplar. Y el abogado que defiende a su cliente debe descubrir los posibles móviles que acusan o exculpan.

Los tres hermanos de los que habla Quintiliano en el libro IV de su obra principal, De institutione oratoria, se habían puesto de acuerdo para matar a su padre. Pero alguna vacilación debieron de tener, ya que habían establecido echar a suertes quién de ellos entraba primero en la alcoba del padre para sorprenderlo en el sueño. Pero una vez entraron, les faltó valor. ¿Y el padre? Aquel buenazo, en lugar de repudiarlos, no sólo los perdonó, sino que decidió defenderlos de la acusación de intento de parricidio con la que unos metomentodo los habían arrastrado al tribunal.

Oigamos la arenga que, para defenderlos, Quintiliano puso en boca del padre salvado de la masacre:
Para que se acuse del delito de parricidio a unos jóvenes, cuyo padre vive y hasta se pone de parte de sus hijos. ¿Qué necesidad hay de contar los hechos paso por paso?

Y para rematar:
Pero si me exigís una inductora confesión de mi culpabilidad, diré que yo he sido un padre riguroso y vigilante avaro de un patrimonio, que tiempo ha podía haber sido administrado por ellos de la mejor manera (IV, 2,73).

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Hasta aquí la escaramuza judicial. Pero entonces entra en juego la filosofía. Quintiliano quiere sondear el ánimo de los imputados. No puede acudir al psicoanálisis, porque todavía no existía. Recurre a una psicología del sentido común estrechamente vinculada con los principios de la moralidad: Porque ni habría sido aquí necesario juramento si hubiesen tenido otro modo de sentir, como palpablemente queda demostrado al final de todo el suceso, ni de echar suerte, a no ser porque cada uno habría deseado verse libre de este acto. Pero ¿había habido pacto o no? Si no lo hubiese habido, tampoco habría tenido lugar el sorteo criminal. Es decir, como filósofo, o mejor dicho, como psicólogo, Quintiliano sostiene una doble verdad: es verdad que los hijos acordaron deshacerse del padre, pero también es verdad que ninguno pretendía hacerlo en serio. Como se desprende de este elocuente ejemplo, está claro que Quintiliano considera que en los hechos de la existencia hay una apariencia y una realidad, y que no siempre ambas cosas coinciden. ¿Era solo una astucia de quien ejercía brillantemente la abogacía o una efectiva convicción filosófica? Otro párrafo nos llevaría a interpretarla como una astucia profesional, de esas que los abogados nunca dejan de sacarse de la manga. Supongamos que unode los tres hermanos, antes de arrepentirse, hubiese asestado una puñalada hiriendo al padre pero sin matarlo. Entonces se plantearía el problema de la sangre que le ha manchado la ropa. ¿Signo de culpabilidad? Un momento -sostendría el abogado- , pero la sangre puede... haber fluido de la nariz; de ahí que no habrá necesariamente cometido un homicidio aquel que tuviese su vestido manchado de sangre (V, 9,9). Pero si Quintiliano hubiese sido un simple maestro de artimañas oratorias, ¿por qué la filosofía iba a interesarse por el? Quintiliano sostiene que el mejor filosolo es el orador, no por mero espiritu corporalivista. La eficacia de una defensa o de una acusación en el campo oratorio no se basa únicamente, según Quintiliano, en una hábil elocución, sino sobre todo en un valido análisis de los hechos. Según el es necesario poner la atención en la búsqueda de los móviles que pueden determinar las acciones. EI orador nunca debe olvidar que una acción no refrendada por móviles es escasamente creíble, mientras que quien evidencia los móviles de un gesto confirma su credibilidad. Por eso para Quintiliano descubrir la presencia o ausencia de móviles es fundamental para defender a un imputado de una acusación o para hacerle cargar con una culpa. Los móviles constituyen de hecho tanto los posibles impulsos a la acción (por ejemplo castigar a un padre demasiado severo) como los objetivos fínales de la misma (por ejemplo heredar una fortuna). De esta forma, Quintiliano aprovecha la ausencia de móviles para defender a Odiseo, acusado por Teucro de haber matado a Áyax cuando éste fue hallado solo con una espada ensangrentada junto a su cadáver: Odiseo «no sólo responde que no ha cometido esa acción horrenda, sino que no tuvo enemistad alguna con Áyax, que entre sí rivalizaron por la fama» (IV, 2, 13). Esta búsqueda de los móviles, típica de Quintiliano, es una anticipación de lo que suele indicarse con el nombre de «garantismo»: el principio, válido en todas las jurisdicciones civiles, según el cual a ningún individuo puede considerarse culpable de nada hasta que se demuestre lo contrario aquí se amplía extendiéndolo a la consideración de los móviles. Es decir, si de una acción delictiva no se infiere ningún móvil atribuible a un determinado imputado, éste puede disfrutar de una presunción de inocencia hasta que no intervengan graves testimonios. Sobre esta base se funda también la célebre polémica de Quintiliano contra su paisano Séneca. Este último fundaba sus propias argumentaciones en máximas de carácter general, que evidentemente reavivaban su elocuencia. Es decir, solía rellenar sus discursos con proverbios o locuciones efectistas. ¿Tenía que disculparse por haberse extendido mucho en una demostración? Echaba mano de un verso de Virgilio: «Tantae molis erat romanam conderegentem» («Tan gran empresa era fundar la estirpe romana»). Pero el éxito de estas máximas es efímero, ya que desaparece apenas terminada la cita. En cualquier caso, para Quintiliano, las citas no son suficientes para sostener una tesis. Se limitan a iluminar el discurso, así como los ojos iluminan el rostro, «pero tampoco quisiera que haya ojos por el cuerpo entero, para que los demás miembros no pierdan su menester propio» (VIII, 5,34). No sólo Quintiliano está actualmente revalorizado por la filosofía, sino que su figura, por sí sola, puede justificar una asignatura impopular entre los estudiantes de jurisprudencia, la de Historia del derecho romano. Todavía hoy, Quintiliano constituye de hecho un modelo interesante para los aspirantes a abogado.
Hasta aquí la escaramuza judicial. Pero entonces entra en juego la filosofía. Quintiliano quiere sondear el ánimo de los imputados. No puede acudir al psicoanálisis, porque todavía no existía. Recurre a una psicología del sentido común estrechamente vinculada con los principios de la moralidad: Porque ni habría sido aquí necesario juramento si hubiesen tenido otro modo de sentir, como palpablemente queda demostrado al final de todo el suceso, ni de echar suerte, a no ser porque cada uno habría deseado verse libre de este acto. Pero ¿había habido pacto o no? Si no lo hubiese habido, tampoco habría tenido lugar el sorteo criminal. Es decir, como filósofo, o mejor dicho, como psicólogo, Quintiliano sostiene una doble verdad: es verdad que los hijos acordaron deshacerse del padre, pero también es verdad que ninguno pretendía hacerlo en serio. Como se desprende de este elocuente ejemplo, está claro que Quintiliano considera que en los hechos de la existencia hay una apariencia y una realidad, y que no siempre ambas cosas coinciden. ¿Era solo una astucia de quien ejercía brillantemente la abogacía o una efectiva convicción filosófica? Otro párrafo nos llevaría a interpretarla como una astucia profesional, de esas que los abogados nunca dejan de sacarse de la manga. Supongamos que unode los tres hermanos, antes de arrepentirse, hubiese asestado una puñalada hiriendo al padre pero sin matarlo. Entonces se plantearía el problema de la sangre que le ha manchado la ropa. ¿Signo de culpabilidad? Un momento -sostendría el abogado- , pero la sangre puede... haber fluido de la nariz; de ahí que no habrá necesariamente cometido un homicidio aquel que tuviese su vestido manchado de sangre (V, 9,9). Pero si Quintiliano hubiese sido un simple maestro de artimañas oratorias, ¿por qué la filosofía iba a interesarse por el? Quintiliano sostiene que el mejor filosolo es el orador, no por mero espiritu corporalivista. La eficacia de una defensa o de una acusación en el campo oratorio no se basa únicamente, según Quintiliano, en una hábil elocución, sino sobre todo en un valido análisis de los hechos. Según el es necesario poner la atención en la búsqueda de los móviles que pueden determinar las acciones. EI orador nunca debe olvidar que una acción no refrendada por móviles es escasamente creíble, mientras que quien evidencia los móviles de un gesto confirma su credibilidad. Por eso para Quintiliano descubrir la presencia o ausencia de móviles es fundamental para defender a un imputado de una acusación o para hacerle cargar con una culpa. Los móviles constituyen de hecho tanto los posibles impulsos a la acción (por ejemplo castigar a un padre demasiado severo) como los objetivos fínales de la misma (por ejemplo heredar una fortuna). De esta forma, Quintiliano aprovecha la ausencia de móviles para defender a Odiseo, acusado por Teucro de haber matado a Áyax cuando éste fue hallado solo con una espada ensangrentada junto a su cadáver: Odiseo «no sólo responde que no ha cometido esa acción horrenda, sino que no tuvo enemistad alguna con Áyax, que entre sí rivalizaron por la fama» (IV, 2, 13). Esta búsqueda de los móviles, típica de Quintiliano, es una anticipación de lo que suele indicarse con el nombre de «garantismo»: el principio, válido en todas las jurisdicciones civiles, según el cual a ningún individuo puede considerarse culpable de nada hasta que se demuestre lo contrario aquí se amplía extendiéndolo a la consideración de los móviles. Es decir, si de una acción delictiva no se infiere ningún móvil atribuible a un determinado imputado, éste puede disfrutar de una presunción de inocencia hasta que no intervengan graves testimonios. Sobre esta base se funda también la célebre polémica de Quintiliano contra su paisano Séneca. Este último fundaba sus propias argumentaciones en máximas de carácter general, que evidentemente reavivaban su elocuencia. Es decir, solía rellenar sus discursos con proverbios o locuciones efectistas. ¿Tenía que disculparse por haberse extendido mucho en una demostración? Echaba mano de un verso de Virgilio: «Tantae molis erat romanam conderegentem» («Tan gran empresa era fundar la estirpe romana»). Pero el éxito de estas máximas es efímero, ya que desaparece apenas terminada la cita. En cualquier caso, para Quintiliano, las citas no son suficientes para sostener una tesis. Se limitan a iluminar el discurso, así como los ojos iluminan el rostro, «pero tampoco quisiera que haya ojos por el cuerpo entero, para que los demás miembros no pierdan su menester propio» (VIII, 5,34). No sólo Quintiliano está actualmente revalorizado por la filosofía, sino que su figura, por sí sola, puede justificar una asignatura impopular entre los estudiantes de jurisprudencia, la de Historia del derecho romano. Todavía hoy, Quintiliano constituye de hecho un modelo interesante para los aspirantes a abogado.

Capitulos anteriores: 

Los Cien Táleros De Kant: La Filosofía A Través de los filósofos

viernes, 7 de enero de 2011

Osvaldo Cavandoli

La linea #215

Osvaldo Cavandoli: (01 de enero 1920 /03 de marzo 2007)

Nacido en Maderno sul Garda (Brescia), se hizo famoso por la creación de la película animada "La Línea", el protagonista de un personaje popular en el famoso carrusel, apareció por primera vez en 1969. 
Cavandoli entre 1936 y 1940 fue diseñador técnico de la Alfa Romeo.

A los 23 años se introdujo al mundo de los comics de trabajo con Nino Pagot.


martes, 4 de enero de 2011

Confucio a los sesenta


Confucio, que había definido el conocimiento como "saber que se sabe cuando se sabe y saber que no se sabe cuando no se sabe", afirmó  de sí mismo: "A los quince años decidí aprender; a los treinta me erguía ya en la Vía; a los cuarenta años ya no tenía dudas acerca de nada, a los cincuenta conocía la ley del Cielo; a los sesenta había aprendido a tener el oído perfectamente afinado; a los setenta actúo según mi corazón, sin por ello transgredir ninguna regla".


Chuang-Tzu, filósofo taoísta que se mostraba mucho más escéptico  acerca de las posibilidades de nuestro conocimiento, parodió estas palabras del maestro cuando escribió: "A los sesenta años, lo único que había hecho Confucio era cambiar de opinión sesenta veces".

sábado, 1 de enero de 2011

¿Áyax?

..bello, bellísimo, sublime..

8- La estética más importante de la Antigüedad, la de Aristóteles, daba por sentado que el arte ejercía una función beneficiosa en el ámbito de la sociedad. Pero en época romana un autor anónimo, aunque sin duda a contracorriente, sostuvo que la grandeza de un poeta no residía en ponerse al servicio de la sociedad, sino en la grandiosidad de su concepción y en la fuerza del pathos. Y dio a esta cualidad el nombre de «sublime», destinado a una extraordinaria fortuna a partir del siglo XVIII.

Cuando un libro o un espectáculo nos entusiasman, calificarlos de «bellos» nos parece demasiado poco y recurrimos a palabras como «excepcional» o «extraordinario». Y si una persona nos fascina, usamos el superlativo: es bellísima, es maravillosa. Parece que en estos casos el adjetivo «bello» sea insuficiente. ¿Existe un término apropiado? En el siglo XVIII Kant lo encontró en «sublime» y lo opuso a «bello».
Para Kant la mujer es bella, pero el hombre es sublime. Obviamente, el juicio es de un soltero impenitente que no se pirraba por el sexo débil. De la misma manera, el día es bello y la noche sublime. ¿Por qué? Un hombre que camina de noche experimenta una mezcla de temor y placer (a menos que tenga un mal tropiezo): temor por la grandiosidad de la naturaleza que se manifiesta en la inquietante oscuridad; placer si, no obstante, se siente intrépido para afrontarla.

Por estas razones Kant considera lo sublime una verdadera categoría estética, junto a la tradicional de lo bello. Pero ya muchos siglos antes, con el anónimo de Sobre lo sublime, era una categoría estilística que alimentaba una retórica de lo heroico y del pathos. El anónimo no tiene ningún problema en extraer ejemplos de la literatura clásica.
¿Cuál era el héroe griego que conseguía sobrecoger? ¿Aquiles? Si y no. Tuvo el mérito de llevar a los griegos a la victoria, pero su figura no era el máximo de la virilidad. ¡En cambio Áyax! Aquél sí que era una fiera humana. Los trágicos habían intuido la diferencia entre los dos personajes y se habían guardado muy bien de dedicar una tragedia a Aquiles. Pero la tragedia sobre Áyax fué incluso la primera que Sófocles quiso escribir. Come héroe impávido, Áyax prefiere mirar de frente al adversario, aun a riesgo de perder la vida:



¡Padre Zeus, libera, pese a todo,
de la bruma a los hijos 
de los aqueos y haz sereno el cielo, 
y concédenos ver con nuestros ojos, 
y en la luz llega incluso a destruirnos...!
(Ilíada, XVII, 645-647).

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Si se hubiese limitado a decir «dame la victoria», habría demostrado ser un «héroe bello», pero al gritar «llega incluso a destruirnos», se convierte en sublime. Lo sublime puede surgir también del silencio. EI héroe sublime no se rebaja a hablar con el enemigo. Cuando baja los infiernos, Odiseo querría dirigirle la palabra a Ayax, pero este ni siquiera se digna mirarlo, recordando que le sustrajo con engaño las armas de Aquiles conquistadas con valentía.

Ocurre a veces que también sin palabras el desnudo pensamíenlo en si mismo suscite admiración por su natural grandeza, por ejemplo, el silencio de Ayax en los infiernos es grandioso y mas sublime que cualquier discurso (Sobre lo sublime).

Siglos después el conde Ugolino dantesco, trente a la imagen de los hijos condenados a morir de hambre, guardará un silencio igualmente grandioso: «Yo no lloraba, cual la piedra fría» [Divina Comedia, «Infierno» XXXIII,49).

Sobre lo sublime del silencio Aristóteles probablemente habría estado de acuerdo. Pero cuando lo sublime es arrastrado por un pathos irrefrenable, entonces viola el principio fundamental que basa el arte en la armonía. Precisamente para evitar el desentreno de la pasión, Horacio había recomendado al poeta contener las pasiones durante nueve años ¡ni mas ni menos!- para que no resultasen desmedidas. Quién no lo crea puede ir a comprobarlo: «nonum prematur in annum» (Arte poética, 388).
Pero la poetisa Sato no debió de esperar ni siquiera nueve días antes de desahogarse en la oda a su amada, que para el anónimo, y no solo para el, es una página de una belleza tan extraordinaria que alcanza lo sublime. Cuando ve a la jóven amada sonreír al hombre que la corteja, todavía no estalla la tormenta de la pasión, aunque ya se presagia:

Me parece que es igual a los dioses,
el hombre aquel que tiente a ti se sienta,
y a tu lado absorto escucha mientras
dulcemente hablas
y encantadora sonríes.


Y ahí está la tempestad: pocas veces en la historia de la poesía un autor ha logrado describir simultáneamente la turbación psíquica y la agitación física como en estos versos:

Lo que a mí
el corazón en el pecho me arrebata;
apenas te miro y entonces no puedo
decir ya palabra.
Al punto se me espesa la lengua
y de pronto un sutil fuego me corre
bajo la piel, por mis ojos nada veo,
los oídos me zumban,
me invade un frío sudor y toda entera
me estremezco, más que la hierba pálida
estoy, y apenas distante de la muerte.


Para el anónimo, éste es un excepcional ejemplo de sublime precisamente porque es lo contrario de aquella plácida conmoción que exigía la estética de Aristóteles. No por casualidad Aristóteles definía este efecto «catarsis», que en griego significaba «liberación», «purificación de cualquier aflicción psíquica». Safo hace lo contrario: en lugar de aliviar las pasiones, hace poner la piel de gallina. Como observa el anónimo:
¿No te admira cómo recorre al mismo tiempo el alma, el cuerpo, las orejas, la lengua, los ojos, la piel, como si fuesen cosas extrañas para ella, y dispersas: y al pasar de un extremo al otro hiela, quema, está fuera de sí, razona, está angustiada por el miedo y a punto de morir, tanto que parece experimentar no
una sola, sino una maraña de pasiones?
Todas estas cosas suceden a quién ama, pero su enlace ha producido la obra maestra.
(Sobre lo sublime).

Para el lector, ciertamente, no es un goce tranquilo. Pero la estética de lo sublime no está basada en el placer, sino mas bien en el sufrimiento. Empezando por el sufrimiento del que escribe. Safo no canta sus amores corres pondidos, sino justamente el amor que le hate sufrir. Este sufrimiento no surge en el clima libre del colegio femenino, el llamado tiaso, sino de un caso de violentos celos.
No se puede degustar el arte de lo sublime ni exponiéndolo en una conferencia ni escuchándolo en una sala de conciertos. E1 anónimo no anuncia ciertamente la sonrisa de un Ariosto, sino mas bien la desesperación de un Baudelaire. Y, aunque sigue sin tener nombre, despuntando en medio de la plácida armonía de la clasicidad como una «flor del mal», se ha asegurado la fama.